Ocho prejuicios sobre el embarazo en niñas y adolescentes y cómo discutirlos con empatía
Fecha: 2021-09-30
Por: Karen Parrado Beltrán
Ilustración: Luisa Fernanda Arango
Fecha: 2021-09-30
Ocho prejuicios sobre el embarazo en niñas y adolescentes y cómo discutirlos con empatía
Por: KAREN PARRADO BELTRÁN
Ilustración: Luisa Fernanda Arango
1. PREJUICIO: “QUIÉN LA MANDA, ¡ESO LE PASA POR BANDIDA!”
Realidad: En la gran mayoría de los casos no es una opción deseada.
Sí, una de las primeras cosas que parecen inevitables ante el embarazo en niñas y adolescentes son los juicios morales. Pero, ¿qué tal si intentamos no acudir a ellos inicialmente? La maternidad a una edad temprana es la secuela visible de una serie de condiciones vitales adversas (en la mayoría de los casos ocultas) que muchas niñas y adolescentes han tenido que sortear a lo largo de su vida en entornos violentos y abusivos..
De acuerdo con los datos que Medicina Legal consolidó en julio de 2021, el 86 % de los exámenes para determinar un presunto delito sexual en Colombia fueron hechos a mujeres. A su vez, los datos de esta entidad señalan que el 83% del total de esos exámenes fueron aplicados a menores de edad entre o y 17 años (9.490 casos). Es decir: ser mujer y niña/adolescente en Colombia es un doble factor de riesgo para vivir una potencial situación sexual abusiva. Muchas madres menores de 19 años son abusadas en su entorno familiar y paren a sus hermanos, sobrinos o primos.
Con esto en mente, a lo mejor pensar en el contexto sea un elemento humanizador para hablar de este tema, o mejor, para callar sobre una situación que no conoces.
2. PREJUICIO: “AY, ESO ES PEREZA. HOY EN DÍA HAY MUCHOS MÉTODOS PARA EVITAR UN EMBARAZO NO DESEADO”
Realidad: Es una situación que afecta mucho más a mujeres socialmente vulnerables.
Pero, ¿de verdad crees que todas las mujeres acceden uniformemente a ellos? Hace 60 años se puso en venta por primera vez la píldora anticonceptiva en Estados Unidos y eso revolucionó la libertad reproductiva de las mujeres en el mundo, aunque no de todas. Las diferencias socioeconómicas de las mujeres y sus familias resultaron determinantes para acceder a esa libertad, y ni hablar de las barreras culturales como las tradiciones religiosas, las ideas sobre la edad y la virginidad, o el machismo.
Aunque a Colombia la píldora llegó muy pronto, en 1960 (a través de Fernando Tamayo, el médico fundador de Profamilia), eso no ha significado autonomía sexual generalizada para las mujeres de todas las edades y regiones. Según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud – ENDS 2010, en Colombia el 21 % de las adolescentes que no se han casado ni viven en unión libre, pero que son sexualmente activas, no usan ningún método de planificación familiar (ante un 16,5% de mujeres adultas entre 30 y 34 años). Y en regiones como Caribe, Orinoquía y Amazonía, este porcentaje es notablemente mayor que en las otras regiones del país.
Además, las niñas y adolescentes (rurales y citadinas) afrontan expectativas sociales sobre la pureza de sus cuerpos, si una de ellas inicia voluntariamente su vida sexual a temprana edad es juzgada y, en el peor de los casos, castigada. Esto promueve la desinformación sobre sus derechos sexuales y reproductivos, entre ellos el acceso a métodos anticonceptivos. Pedir información significa exponerse a un escarmiento social. Este es el terreno fértil para embarazos no deseados, pues sin información y educación no existe una autonomía sexual real.
3. PREJUICIO: “POR QUÉ SE QUIEREN COMPLICAR LA VIDA TAN PRONTO. ¡SON NIÑAS!”
Realidad: Es una situación injusta y socava los derechos de las niñas y adolescentes.
Estamos de acuerdo, ¡son niñas! Deberían estar disfrutando de serlo con libertad. Sin embargo, no podemos minimizar las decisiones que toman sobre sus cuerpos y relaciones sexoafectivas.
Vivimos en una sociedad que condena el ejercicio sexual de las niñas y adolescentes, por lo que el inicio voluntario de la vida sexual puede llegar a ser una gran carga para ellas. Más aún en América Latina, donde ocurre cada vez más temprano (entre los 14 y 15 años, en promedio). Es una realidad. En Colombia, según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud – ENDS 2015, el 51% de las adolescentes ya iniciaron su vida sexual, el 14.1% lo hicieron antes de cumplir 15 años y el 63% antes de cumplir 18*. ¿No es, quizás, este marco sociocultural lo que hace más complicadas sus vidas?
Asumir su sexualidad como una transgresión al sistema de valores no sólo las margina, sino que las hace más vulnerables. Cuando una niña o adolescente queda embarazada por ejercer su sexualidad, esa situación se vuelve contra ella para señalarla hasta puntos en los que su vida queda marcada como una vida perdida, sin sentido o bajo el absoluto desprestigio social, a pesar de que socialmente son empujadas cada vez más temprano a la exposición al riesgo de embarazos.
4. PREJUICIO: “DEJEN LA ALCAHUETERÍA. AL EMBARAZARSE DEJARON DE SER NIÑAS, AHORA DEBEN ENFRENTAR LAS CONSECUENCIAS COMO MUJERES”
Realidad: Una maternidad temprana depende de lo que somos como sociedad mucho más de lo que nos gustaría o estamos dispuestos a reconocer.
Enfrentarse a una maternidad temprana en un país como Colombia es más complejo que decir: “cada niño trae el pan bajo el brazo”. Por dar un ejemplo, el informe sobre la niñez en el mundo, publicado por Save the Children en 2018, ubicó a Colombia en el tercer lugar de los países en los que muchos niños y niñas pierden su niñez (después de Bolívia y Ruanda). En ese ranking, una de las amenazas evaluada fue la discriminación que viven las niñas, es decir, aquella que suele ponerlas en mayor riesgo de ser forzadas a dar a luz antes de estar preparadas “desde un punto de vista emocional y físico”.
Al encontrarse con un embarazo sorpresivo, muchas niñas no comprenden totalmente lo que sucede en su cuerpo y menos aún se atreven a contárselo a alguien. Para ellas se trata de una conversación prohibida, o eso les hemos hecho creer. Esa situación las somete generalmente a decisiones tomadas bajo el miedo. Cuando una mujer menor de 19 años queda embarazada, lo primero que encuentra es un sistema de valores que se muestra inflexible y —tal vez— indolente con ella.
5. PREJUICIO: “AHORA TODO LO QUIEREN SOLUCIONAR ABORTANDO”
Realidad: Como experiencia de vida es difícil y es legítimo plantearse el aborto como una opción.
¡Claro que el aborto aparece como una opción cuando una mujer enfrenta una maternidad antes de los 19 años! No olvidemos que hablamos de mujeres que están empezando a planear un proyecto de vida y tienen expectativas, temores y dudas sobre asumir una maternidad que, en muchos casos, es forzada. Sin embargo, interrumpir un embarazo no es una decisión sencilla ni fácil de llevar a cabo, nos plantea todo un conflicto ético, filosófico y de salud pública.
En 2019, 4.795 niñas entre los 10 y los 14 años se volvieron madres en Colombia, según el DANE. Estamos de acuerdo en que son niñas y una maternidad temprana no es la situación ideal que deberían vivir. Solamente visto desde una perspectiva médica, para ellas el parto o la césarea implican un riesgo mayor que un aborto seguro. Ante esa realidad, pensar en no llevar el embarazo hasta el final es una opción legítima, pues recordemos que la Corte Constitucional estipuló la protección de la salud física y mental de la madre como una de las causales del aborto legal en Colombia desde 2006.
Estos riesgos a la salud están claramente establecidos cuando se trata de una maternidad antes de los 19 años, entre ellos problemas obstétricos graves y permanentes, sin hablar de los impactos en la salud mental. No es que las niñas y adolescentes embarazadas quieran solucionar todo abortando, o que lo hagan por irresponsabilidad, es que el aborto en este caso debe ser un derecho a considerar, una opción.
6. PREJUICIO: “YO POR ESO EDUCO BIEN A MIS HIJAS PARA QUE ESO NO LES PASE”
Realidad: Ninguna mujer está exenta de vivirla.
Por supuesto que la educación es la primera herramienta para que una mujer, por joven que sea, pueda decidir con libertad. Pero, ¿hablamos de la educación como un manto moral o como herramientas de apertura y autonomía? En los contextos sociales hostiles de nuestra región, tristemente ninguna mujer está exenta de vivir una maternidad antes de los 19 años a causa de violencia de género, como una violación. Lo interesante de la idea de educar es que puede propiciar la educación como un acompañamiento empático, funcional para cualquier escenario: evitar una maternidad temprana o enfrentarla libremente:
– Hablar sobre sexualidad con naturalidad, como un asunto transversal a cualquier etapa de la vida, no sólo como un tema subordinado a la madurez física o intelectual esperable de las personas.
– Propiciar espacios seguros con las niñas y adolescentes para advertir posibles situaciones de riesgo o abuso que puedan desencadenar embarazos no deseados en sus vidas y las de mujeres cercanas de su misma edad.
– Identificar y votar proyectos electorales que tengan en su agenda una prioridad por los derechos sexuales y reproductivos de las niñas y adolescentes, así como un enfoque de género en sus propuestas de salud pública a temas como el embarazo adolescente.
7. PREJUICIO: “AHORA A SACRIFICARSE POR ESE BEBÉ, CUESTE LO QUE CUESTE”
Realidad: Un embarazo antes de los 19 años puede ser tortuoso, indigno para las mujeres y encerrarlas en círculos de pobreza.
Sí, ¿pero a qué costo? En Colombia, el 50,5% de los niños que nacen no son deseados, y esa cifra aumenta a 64,1% cuando se trata de madres menores de 20 años, según estableció la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (Ends, 2015). El deseo de maternar varía entre culturas y expectativas personales, pero someter a una niña o adolescente a terminar un embarazo que no desea puede representar una situación tortuosa para sus anhelos aspiraciones y afectar su calidad de vida.
Una mujer que se convierte en madre ante de los 19 años enfrenta situaciones de discriminación aún mayores que las que no lo son, como no volver a tener acceso a la educación, pues, generalmente, ellas mismas deben hacerse cargo del cuidado del bebé y abandonar definitivamente la escuela.
Además, hay una especie de depreciación de una niña madre en una familia, lo que hace que sus posibilidades de formación y trabajo digno se reduzcan considerablemente y entren a la precariedad laboral rápidamente para aportar dinero a sus entornos. De esta manera se perpetúan los círculos de pobreza y discriminación.
8. PREJUICIO: “NO SE VAN A MORIR POR ESO, QUE ASUMAN SU REALIDAD”
Realidad: Las maternidades tempranas no son inofensivas para la salud mental de las mujeres, de hecho, son riesgosas y hasta fatales.
Tal vez no directamente, pero los impactos de una maternidad temprana en niñas y adolescentes son una realidad y muy silenciosa.
Los servicios médicos y los entornos de atención prenatal están diseñados para mujeres adultas, que llegan a consulta en una ecuación imaginaria y balanceada de deseo y posibilidades, pero ¿qué pasa con las que son niñas, no han alcanzado los 15 años y enfrentan una maternidad producto de situaciones abusivas?
Ellas enfrentan un mundo sanitario que convierte su barriga en el pase directo a la adultez, sin más, y este es un factor que afecta potencialmente su salud mental. Aunque en Colombia y Latinoamérica los estudios sobre maternidades tempranas y suicidio escasean, es una realidad cada vez más aceptada que los embarazos en niñas y adolescentes tienen vínculos con deseos y acciones suicidas. En Salvador, por ejemplo, hay casos documentados (2019)* con autopsias verbales de niñas y adolescentes embarazadas que ingirieron pesticidas o venenos para terminar con sus vidas y que, incluso, acudieron a ellos como una opción desesperada (y desinformada) para abortar en secreto.
Los suicidios por embarazo producto de violencia sexual son calificados por la OMS como muerte por causa directa no obstétrica. Tal vez no sea una realidad suficientemente documentada, pero existe y debe cuestionarnos antes, muchos antes de emitir cualquier opinión sobre el tema.
* Informe ¿Sin opciones? Muertes maternas por suicidio, publicado por El Fondo de Población de las Naciones Unidas.