El negocio ‘verde’ de los Santo Domingo dejó a oscuras a la capital del Vichada

Puerto Carreño pasó de depender de Venezuela a quedar atrapado en un negocio presentado como la promesa de la energía "verde". La planta de biomasa construida por el grupo Santo Domingo, con el respaldo del gobierno de Iván Duque, no trajo luz, sino apagones y deudas elevadas. La promesa de independencia energética terminó hipotecando a todo un pueblo.

Fecha: 2025-06-09

Por: Juan Manuel Flórez Arias

Collage: 

Matildetilde

El negocio ‘verde’ de los Santo Domingo dejó a oscuras a la capital del Vichada

Puerto Carreño pasó de depender de Venezuela a quedar atrapado en un negocio presentado como la promesa de la energía "verde". La planta de biomasa construida por el grupo Santo Domingo, con el respaldo del gobierno de Iván Duque, no trajo luz, sino apagones y deudas elevadas. La promesa de independencia energética terminó hipotecando a todo un pueblo.

Fecha: 2025-06-09

Por: JUAN MANUEL FLÓREZ ARIAS

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Matildetilde

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*Este contenido integra el especial No es bosque, es despojo: La colonización ‘verde’ de los Llanos Orientales, de Mutante, La Liga Contra el Silencio y Runrun.es.


Puerto Carreño, la capital del Vichada, se llenaba de luz en las noches en las que había un muerto. Durante los velorios, las plantas de energía a base de gasolina, que normalmente se apagaban a la medianoche, permanecían encendidas hasta las cuatro de la mañana. Sonia Prada, habitante de Puerto Carreño, recuerda su infancia en la década de los setenta, cuando la muerte era lo único que iluminaba su pueblo. 

“Cuando fallecía alguien, sentíamos una alegría”, dice Sonia. Nació hace 56 años en la capital del Vichada, ubicada en la frontera con Venezuela en los Llanos Orientales. Pasó su juventud entre apagones y racionamientos. Puerto Carreño es una de las cinco capitales de Colombia que están fuera de la red nacional de energía. Las otras son Mitú, Leticia, Quibdó y San Andrés. Cada una está en un extremo distinto del territorio, como banderas clavadas en un mapa que marcan la soberanía, pero que quedan excluidas de derechos como la luz por su distancia del centro del país.

En febrero del año 2000, los habitantes de Puerto Carreño se tomaron el consulado de Venezuela como protesta por la falta de energía. Su lema era: “Si no nos quiere Colombia, que nos adopte Venezuela”. La toma fue el inicio de una negociación entre los dos países, que concluyó en 2004 con la interconexión de Puerto Carreño a la red nacional de Venezuela, tras un acuerdo entre los presidentes Álvaro Uribe y Hugo Chávez.

Durante 16 años, la energía de la capital del Vichada dependió de lo que sucedía al otro lado de la frontera. Al principio, Sonia vio expandirse el tiempo de luz que le ganaban a la noche. Sin embargo, a partir de 2009, el pueblo empezó a sufrir las consecuencias de la crisis energética en Venezuela, que se agravó con el paso de los años. Pero lo que cortó definitivamente la luz no fueron las fallas técnicas, sino la relación hostil entre los dos países. En 2020, en medio de la ruptura diplomática entre Nicolás Maduro e Iván Duque, Venezuela desconectó definitivamente a Puerto Carreño.

La respuesta del gobierno de Duque fue anunciar que la energía de la capital del Vichada “ya no dependería del estado de ánimo del dictador de Venezuela”. El 12 de noviembre de 2021, el entonces presidente inauguró una planta de biomasa forestal en Puerto Carreño, capaz de producir energía con la quema de madera. La central eléctrica, que costó 26 millones de dólares, es propiedad de Refocosta, una empresa del grupo económico Valorem de la familia Santo Domingo, una de las cinco más ricas de Colombia.

La planta de biomasa forestal de Refoenergy tiene una potencia de 4,5 MW y consume alrededor de 100 toneladas de madera al día. Foto: Jorge Luis Rocha

El día de la inauguración, Sonia Prada estaba entre el público que vio a Duque junto a Carlos Arturo Londoño, el gerente de Valorem, sobre una tarima con la planta de biomasa al fondo. Ambos anunciaron que desde ese día Puerto Carreño se convertiría en la primera capital de Colombia totalmente iluminada con fuentes renovables.

La planta, dijeron, sería abastecida con la madera de las plantaciones forestales de eucaliptos y acacias en Vichada. En los últimos 20 años, estos cultivos no nativos se han expandido a través de la compra acelerada de tierras y han convertido al Vichada en el departamento con mayor cantidad de hectáreas de plantaciones forestales de Colombia. (Para profundizar en este tema, lee el reportaje de este especial “Los árboles que borran la sabana: la colonización ‘verde’ del Vichada”).

“Este es un ciclo productivo verde a la luz de lo que hoy demanda el mundo”

“Este es un ciclo productivo verde a la luz de lo que hoy demanda el mundo”, celebró el presidente Duque en su discurso de inauguración. Carlos Arturo Londoño, el gerente de Valorem, presentó la planta como una solución definitiva: “Durante los próximos 20 años, esta planta producirá toda la energía que requiere Puerto Carreño”.

Cuatro años después, los hechos han demostrado lo contrario. Puerto Carreño tuvo 1.733 apagones entre 2022 y 2024 tras la entrada en operación de la planta, según datos de la empresa pública Electrovichada, obtenidos por Mutante a través de un derecho de petición. En 2024, la capital del Vichada pasó en total 1.986 horas sin energía por fallas en alguno de sus tres circuitos, o en todos al mismo tiempo. Son el equivalente a tres meses completos de oscuridad.

Además de los apagones, el contrato con la planta de biomasa multiplicó las deudas de Electrovichada, la empresa 99 % pública que se encarga de la distribución de la energía en Puerto Carreño. Electrovichada le debe más de 20.000 millones de pesos en tarifas de energía a Refoenergy, la filial de Refocosta a cargo de la planta de biomasa. La deuda equivale a veinte veces las utilidades de Electrovichada en un año.

La versión del grupo Valorem es que los cortes de energía son culpa de la falta de pago de Electrovichada, que les dificulta comprar la madera. Así lo afirmó, en una entrevista con Mutante, el gerente de Refocosta, Carlos Andrés López: “Electrovichada nos debe una cantidad de dinero enorme. Y el Ministerio de Minas y Energías se demora en la entrega de los subsidios. Eso no lo aguanta nadie. Solo nosotros. En manos de otro, Puerto Carreño estaba apagado hace rato”.

Pero la empresa de los Santo Domingo no llegó a Puerto Carreño solo por altruismo. Detrás hubo un negocio millonario respaldado por influencias políticas. 

El gobierno de Iván Duque priorizó su objetivo diplomático de no depender energéticamente de Venezuela y presionó a Electrovichada para firmar un contrato desventajoso, pese a que los análisis internos de la empresa advertían que no tendría la capacidad financiera para pagar a Refoenergy. Así lo confirman actas de las juntas de Electrovichada e informes internos de la empresa a los que Mutante tuvo acceso.

Estos documentos, y otras pruebas documentales reunidas por Mutante e incluidas en este reportaje, revelan que el grupo Valorem se aprovechó de su cercanía con el gobierno Duque y de la falta de regulación sobre la tecnología de biomasa para firmar un contrato a su medida, que terminó por multiplicar la deuda que Electrovichada tiene con la empresa privada.

La empresa de los Santo Domingo utilizó sus influencias para evitar ser sancionada por sus retrasos en la obra y usó a Puerto Carreño, y a sus habitantes, como un campo de pruebas para una tecnología con la que no tenía experiencia y que ha servido para ampliar su línea de negocio en el campo de las industrias verdes.

El promedio de duración de los apagones en Puerto Carreño pasó de 19 minutos en 2020, antes de la planta de biomasa, a 2 horas y 12 minutos en 2024. Foto: Jorge Luis Rocha

Quemar para iluminar

Las paredes de la caldera de la planta de biomasa miden entre 30 y 25 metros. Llegaron a Puerto Carreño después de atravesar el continente y en barcos y tractomulas. Primero, fueron transportadas en buque desde Brasil hasta el puerto de Buenaventura, en el pacífico colombiano. Después viajaron por tierra a Bogotá y de allí bajaron a Puerto Gaitán, donde las embarcaron a través del río Meta y navegaron 600 kilómetros hasta la capital del Vichada. Cuando las descargaron en el pueblo, los trabajadores de la planta tuvieron que crear un sistema de poleas y amarres para que las placas inmensas de metal atravesaran las estrechas calles de Puerto Carreño en la madrugada, cuando había más espacio.

El proceso se repitió con la turbina que venía de la India, el precipitador electrostático que venía de Austria y las cámaras para condensar el agua. Durante el 2021, fue creciendo a las afueras de Puerto Carreño un monstruo brillante de tubos, plataformas y vigas de metal capaz de tragar árboles para producir luz.

Quemar madera es la forma más antigua de generar energía. Una planta de biomasa es, por eso, una especie de contradicción entre el futuro y el pasado. Un artefacto complejo de calderas, conductos y turbinas con un objetivo en teoría simple: mantener encendida una gran fogata alimentada por la madera. Ese fuego calienta grandes cantidades de agua y, con el movimiento del vapor, produce energía.

“Es una forma de reducción de emisiones de CO2”, afirma Carlos Andrés López, gerente de Refocosta, la empresa del grupo Valorem dueña de la planta. La explicación, agrega, es que el dióxido de carbono que se emite al quemar la madera ya estaba en los árboles. En ese sentido, se considera que ya estaba en la atmósfera, mientras que con el petróleo y otros combustibles fósiles las emisiones vienen del subsuelo. La lógica detrás es que, al generar energía con una central de biomasa, se está evitando acudir al CO2 contenido debajo de la tierra.

El promedio de duración de los apagones en Puerto Carreño pasó de 19 minutos en 2020, antes de la planta de biomasa, a 2 horas y 12 minutos en 2024. Foto: Jorge Luis Rocha

Sin embargo, el debate global sobre la neutralidad de carbono de la tecnología de biomasa sigue abierto. Algunas investigaciones científicas han demostrado que, en sus primeros años, las plantas de biomasa emiten más dióxido de carbono que los combustibles fósiles. El proceso para equilibrar esas emisiones de la quema de madera con lo que se deja de emitir por extraer petróleo del subsuelo puede tardar décadas.

Si sus beneficios ambientales son debatibles, sobre su rentabilidad hay menos dudas. Generar energía con biomasa es considerablemente más barato que con combustibles fósiles como el diesel. Esa fue una de las razones por las que, desde 2015, la biomasa comenzó a considerarse como una opción para “independizar” a Puerto Carreño de la energía que venía de Venezuela.

Un contrato viciado desde el principio

El acuerdo de energía entre Colombia y Venezuela comenzó a dar muestras de desgaste en 2014, durante la presidencia de Juan Manuel Santos. En las actas de las juntas de Electrovichada consta que los delegados del gobierno nacional apoyaban la construcción de un parque solar que sería financiado por una empresa chilena, con el objetivo de que Puerto Carreño dejara de depender de la energía de Venezuela.

En noviembre de 2014, antes de que se concretara el plan, el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela subió las tarifas de energía que le cobraba a Colombia entre un 800 % y un 1.200 %. El aumento abrupto ocurrió al tiempo que Maduro enfrentaba el comienzo de la escasez de víveres en su país y una caída en su popularidad por las protestas sociales.

Colombia no aceptó la subida de la tarifa y siguió pagando al precio original del contrato —en promedio, 82 dólares por cada megavatio/hora—. El desacuerdo entre los dos países aceleró la búsqueda de opciones para Puerto Carreño. Sin embargo, los planes de energía solar fueron descartados por Elías Pérez Naranjo, quien asumió como gerente de Electrovichada en octubre de 2014. 

Pérez Naranjo abrió una nueva convocatoria para generar energía a la que solo se presentó una empresa: una unión temporal llamada Ecoenergía. Proponían una planta de biomasa forestal capaz de generar energía con la madera de las plantaciones del Vichada, con unas plantas diesel de respaldo.

Un comité evaluador de Electrovichada recomendó no firmar el contrato por considerar que tenía fallas técnicas que no garantizaban la prestación del servicio de energía, según le dijo a Mutante una fuente que trabajaba en Electrovichada en ese momento y que pidió no ser citada. Sin embargo, el gerente Elías Pérez siguió adelante. Varios años después, en noviembre de 2019, la Procuraduría le imputó cargos a Pérez por, presuntamente, “adjudicar el contrato sin presentar a la junta directiva los soportes de la viabilidad técnica, financiera y legal del proyecto”. El proceso sigue en curso.

En Vichada hay 115.000 hectáreas de plantaciones de acacias y eucaliptos, plantadas por varias empresas como Forest First, Inverbosques y Horizonte Verde. Foto: Jorge Luis Rocha

En cualquier caso, en septiembre 2016 Electrovichada firmó un contrato por 20 años para la compra de energía generada con biomasa. Ecoenergía, la empresa que construiría la planta, era una unión de otras empresas dedicadas a negocios diversos, sin experiencia en la generación de energía. El representante legal de Ecoenergía, Jorge Eliécer Muriel, también era dueño de una empresa de plantaciones de árboles en Vichada llamada Horizonte Verde. La energía con biomasa era un negocio doble para él: construir la planta y, a través de Horizonte Verde, proveer la madera.

Pero entre los socios accionistas de Ecoenergía también había una familia cuestionada por corrupción en La Guajira. Se trata de los hermanos Antonio Ramón Ávila Chassaigne y Enrique Ávila Chassaigne. Su empresa, Ávila SAS, resultó involucrada en el caso de corrupción en la construcción de colegios en La Guajira en 2009, por el que fue condenado en abril de 2025 el exgobernador de ese departamento Jorge Pérez Bernier. 

El interés de los hermanos Ávila Chassaigne en Vichada se había centrado en la compra de tierras. En 2016, vieron la oportunidad de aliarse con Jorge Eliécer Muriel para el contrato de la planta de biomasa. El plazo que tenían para construirla era de un año, por lo que Ecoenergía debía empezar a generar energía en septiembre de 2017. Pero la obra empezó a retrasarse. Varios comunicados oficiales de Electrovichada confirman que durante parte de 2017 y todo el 2018, Ecoenergía pidió aplazamientos e ignoró peticiones de Electrovichada sobre avances en la construcción de la planta. 

Una fuente que estuvo en instancias decisivas de Electrovichada en esa época, y que pidió no revelar su nombre por temor a represalias, dijo que en la empresa “quedó la sensación de que el plan original de Ecoenergía siempre fue que le adjudicaran el contrato para luego salir a venderlo”.

Lo cierto es que, en noviembre de 2018, Ecoenergía buscó a Refocosta, la empresa del grupo Valorem enfocada en el negocio de la madera, para que fuera su aliado en la construcción de la planta. El grupo Santo Domingo optó por otra opción: comprar todas las acciones de Ecoenergía, a la que renombró como Refoenergy. A partir de ese momento, se quedó con el contrato.

Álvaro Salazar es electricista y miembro del comité ciudadano de veeduría energética que se creó en Puerto Carreño tras la entrada en operación de Refoenergy. Dice que en Puerto Carreño hay “una injusticia en el servicio de energía”. Foto: Jorge Luis Rocha

La movida de los Santo Domingo

El cambio de dueños de Ecoenergía en noviembre de 2018 no amplió el plazo para entregar la planta de biomasa. Para entonces, la fecha límite era el 9 de abril de 2019, y para Puerto Carreño comenzaba a ser una prioridad contar con una fuente de energía alternativa a la de Venezuela. Los pagos del IPSE a ese país estaban congelados desde noviembre de 2017, cuando Estados Unidos le impuso sanciones económicas al gobierno de Nicolás Maduro, incluida su empresa de energía. Aunque Venezuela seguía suministrando energía sin que le pagaran, había un riesgo latente de un corte definitivo.

Sin embargo, en los planes del grupo Santo Domingo no estaba cumplir con las fechas del contrato de biomasa. El informe de gestión de 2018 de Refocosta menciona la compra de Ecoenergía —ahora Refoenergy— y calcula “que en un periodo de 2 años se pueda entregar energía proveniente de biomasa forestal por 4,5 Megavatios”.

El negocio ‘verde’ de los Santo Domingo dejó a oscuras a la capital del Vichada
Informe de gestión de Refocosta en 2018 en el que reconoce que tardará dos años en construir la planta de biomasa.

Esa proyección excedía por mucho su obligación por contrato de entregar la planta en abril de 2019. Su estrategia, durante ese año, fue pedir prórrogas de algunos meses, aunque internamente ya preveían que se iban a demorar hasta 2021. Primero negociaron con Electrovichada que les dieran plazo hasta el 2 de agosto de 2019, luego pidieron otro aplazamiento de 70 días por las demoras de Electrovichada en autorizar el punto de conexión de la planta, y finalmente admitieron que se tardarían dos años en construir la central.

Así lo reconoce un informe de septiembre de 2019, en el que Refoenergy revela que el avance de la construcción del montaje de la planta iba en 0 % y las compras de los equipos en apenas un 8 %. Físicamente, solo se habían levantado los terraplenes donde iba a ubicarse la estructura.

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Avance de la planta de biomasa en septiembre de 2019.

En el informe de septiembre de 2019, la empresa de los Santo Domingo sugirió comenzar a generar energía solo con plantas de gasolina (diesel), algo contrario a lo que establecía el contrato, en el que el diesel era solo un respaldo ante fallas de la planta de biomasa.

La dirección de Electrovichada comenzó a dudar si Refoenergy iba a cumplir con el contrato. Elías Pérez, el gerente que impulsó la planta de biomasa, había dejado la gerencia en junio de 2019, y la nueva administración de Electrovichada buscó otras opciones. Contrató a la firma de Juanita Hernández, una abogada de Bogotá especializada en energía, asesora recurrente de Ecopetrol, para que emitiera un concepto sobre qué hacer con el contrato de la planta de biomasa.

En noviembre de 2019, el estudio elaborado por Juanita Hernández concluyó que la mejor opción para Electrovichada era terminar el contrato y declarar el incumplimiento de Refoenergy. Entre otros argumentos, el concepto señala que el contrato era claro en que la fuente principal tenía que ser la biomasa.

El análisis agregó que Electrovichada ya había otorgado dos aplazamientos (en junio de 2018 y en abril de 2019), que Refoenergy ignoró cuatro peticiones de información sobre el avance de las obras y que había indicios claros de que la empresa privada “seguirá el derrotero de evadir la entrega e intentar prorrogar el contrato indefinidamente”. También advirtió que mantener el contrato podría representar un riesgo legal por el posible beneficio de una empresa privada (el grupo Valorem) en un contrato firmado por una compañía 99 % pública como Electrovichada.

Con esos argumentos, y con el respaldo del nuevo gerente de Electrovichada, Luis Herney Curbelo, el 13 de diciembre de 2019 la junta impartió la orden interna de declarar por terminado el contrato por incumplimiento de Refoenergy.

Fachada de la sede de Electrovichada después de las protestas de 2023 y 2024 por las fallas en el servicio de energía. Foto: Jorge Luis Rocha

El riesgo del contrato para Electrovichada

Además de la asesoría legal, la nueva gerencia de Electrovichada contrató un consultor financiero para analizar el contrato con la planta de biomasa. Su conclusión, en un informe de junio de 2020, fue que “bajo ninguna circunstancia” los ingresos de Electrovichada alcanzarían para cubrir la tarifa de energía que debía pagarle a Refoenergy.

Camilo Hernán Izquierdo, el consultor experto en el mercado de energía que elaboró el documento, habló con Mutante para explicar las conclusiones a las que llegó. Para entenderlo, es necesario profundizar en cómo funcionan las zonas no interconectadas en Colombia. 

Las facturas de todas las personas que viven fuera de la red nacional de energía están subsidiadas por el Estado. La clave es el valor de ese subsidio, que es distinto en cada lugar y lo determina la Comisión de Regulación de Energía (Creg). Aunque las facturas a Venezuela estaban congeladas desde 2017 por las sanciones de Estados Unidos a ese país, Electrovichada debía seguir pagándole al IPSE, que mantenía los pagos en depósito judicial.

En 2020 Electrovichada pagaba cerca de 300 pesos por cada kilovatio que Colombia le compraba a Venezuela. Pero la Creg le reconocía más: 461 pesos por cada kilovatio. Era un equilibrio positivo para Electrovichada. El dinero extra le servía para compensar sus altos niveles de pérdidas: la energía que no lograba cobrar por el mal estado de sus redes y por conexiones irregulares (usuarios sin medidor o con medidores modificados que reciben energía pero no la pagan). Las pérdidas de Electrovichada en 2020 eran del 25 %.

Cables con conexiones informales en un barrio de Puerto Carreño. Foto: Jorge Luis Rocha

Con la entrada de Refoenergy, Electrovichada pasaba a pagar tres veces más de lo que le pagaba a Venezuela. Por contrato, Electrovichada aceptó pagar a Refoenergy una tarifa de 950 pesos por kilovatio/hora, que aumentaba cada año con la inflación. Pero el principal problema es que, como nunca antes se había generado energía con biomasa forestal en Colombia, no había regulación que dijera cuánto dinero debía reconocer el Estado en subsidios, como sí estaba claro con otras fuentes de energía más extendidas como la solar y la eólica.

En conclusión: aumentó el riesgo de que, por cada kilovatio, Electrovichada recogiera menos dinero del que debía pagarle a la empresa de los Santo Domingo. Esto, sumado a sus altas pérdidas, la ponía en un escenario seguro de déficit financiero. 

El informe de Camilo Hernán Izquierdo calculaba que, cada año, la empresa regional acumularía una deuda de 10.000 millones de pesos. Para evitarlo, señalaba el texto, la tarifa debía bajar a 592 pesos por kilovatio. Algo que no pasó. El paso del tiempo probó que los cálculos de Izquierdo fueron precisos. Electrovichada le debe cerca de 20.000 millones de pesos a Refoenergy actualmente.

“Lo que esperaba Electrovichada era que el IPSE o el Gobierno Nacional se responsabilizara de los costos adicionales que implicaba el contrato para una empresa regional, que como todas en las ZNI está siempre en una situación de déficit”, explica Izquierdo. Pero en cierta medida ocurrió lo contrario.

Puerto Carreño es el tercer municipio de Colombia en una zona no interconectada con mayor demanda de energía, después de San Andrés y Leticia. Foto: Jorge Luis Rocha

Las presiones del gobierno Duque

En el discurso de inauguración de la planta de biomasa en 2021, hubo unas palabras del gerente de Valorem, Carlos Arturo Londoño, que pasaron desapercibidas: “Recuerdo muy bien, señor presidente, cuando al salir de una reunión de ProBogotá le pedí su ayuda para enfrentar una serie de obstáculos que impedían la ejecución del proyecto. Recibimos todo el apoyo de su administración y hoy Refoenergy es una realidad”.

El agradecimiento no fue solo un gesto adulador: el gobierno de Iván Duque, a través de su director del IPSE José David Insuasti, fue determinante para que el contrato de Refoenergy saliera adelante. Durante el segundo semestre de 2020, el gobierno nacional presionó a Electrovichada para que, en contra de las advertencias de los informes financieros y legales, firmara un acuerdo en los términos de los Santo Domingo para seguir con el contrato.

Todo comenzó en junio de 2020. Ese mes, Electrovichada había ratificado su intención de terminar el contrato con la planta de biomasa, que todavía no estaba construída. Fue entonces cuando Refoenergy acudió al gobierno nacional. En una comunicación del 23 de junio, la empresa de los Santo Domingo informó al IPSE de la situación. Un par de semanas después, la Procuraduría abrió un proceso de conciliación respaldado por el IPSE para frenar la terminación del contrato.

El objetivo de las mesas de la Procuraduría era firmar un acuerdo entre Electrovichada y Refoenergy que mantenía los puntos centrales del contrato —incluída la tarifa de energía insostenible para Electrovichada—, y que incluía modificaciones favorables para la empresa de los Santo Domingo: le permitía comenzar a generar energía solo con las plantas diesel de respaldo y le daba más tiempo para construir la planta de biomasa.

El gerente de Electrovichada, Luis Herney Curbelo, estuvo en desacuerdo con la propuesta de la Procuraduría. En una mesa con esa entidad, ratificó su posición de terminar el contrato con la planta de biomasa y propuso hacer un estudio para buscar una fuente de energía más rentable para Electrovichada. Pero la Procuraduría insistió en el respaldo a Refoenergy. Junto al IPSE, continuaron las negociaciones para modificar el contrato sin la presencia de Electrovichada, una de las partes que luego iba a firmarlo.

Una persona clave en ese proceso fue José David Insuasti, quien fue nombrado por Iván Duque como director del IPSE en septiembre de 2020. Entre sus primeras decisiones, Insuasti cambió a la representante del IPSE en la junta de Electrovichada y nombró en su reemplazo a su mano derecha: Lisbeth Villa Carpio.

En octubre de 2020, después de la posesión de Insuasti, la junta de Electrovichada, que antes había apoyado la terminación del contrato, cambió súbitamente de posición. Citaron al gerente Curbelo a una rendición de cuentas. Mutante tuvo acceso al acta de la reunión de la junta el 20 de octubre de 2020. En ella, el IPSE y la gobernación del Vichada respaldaron la posición según la cual todos los retrasos eran culpa de Electrovichada y no de la empresa de los Santo Domingo

En esa junta, un abogado de la gobernación presentó un concepto que concluyó que la planta no se había construído porque, en 2019, Electrovichada tardó seis meses en definir el punto de conexión para recibir la energía. Su argumentación ignoró todas las prórrogas que Refoenergy pidió antes y después de esos seis meses. 

“Lo que se decía tras bambalinas era que Electrovichada no contaba con un equipo jurídico para afrontar un proceso judicial contra el grupo Valorem, entonces la Procuraduría, el IPSE y la gobernación del Vichada intervinieron”, le dijo a Mutante un funcionario de Electrovichada en ese momento, quien pidió reserva de su nombre.

Después de probar la tecnología en Puerto Carreño, Refoenergy construyó una segunda planta de biomasa en Villanueva, Casanare, con cinco veces más capacidad destinada al sistema interconectado, sin las dificultades de las zonas no interconectadas. Foto: Jorge Luis Rocha

En esa misma reunión del 20 de octubre de 2020, el IPSE y la gobernación votaron a favor de suspender el proceso de incumplimiento contra Refoenergy y modificar el contrato para darle más tiempo de construir la planta de biomasa. Dos días después, Curbelo renunció a la gerencia de Electrovichada.

A partir de ese momento los hechos se aceleraron. El 30 de octubre, José David Insuasti le dio una entrevista al periódico El Espectador, que también es propiedad de la familia Santo Domingo. Criticó la “resistencia administrativa” de Curbelo para modificar el contrato. También dijo que la prioridad del IPSE había sido independizar la energía de la capital del Vichada de Venezuela “para que en el momento en el que Venezuela decida hacer el corte definitivo de la red, Puerto Carreño no se quede sin energía”.

Dos días después de la entrevista de Insuasti, el 1 de noviembre de 2020, Venezuela cortó definitivamente la energía sin una explicación.

Puerto Carreño solo tenía una planta de generación a base de gasolina que cubría menos de una cuarta parte de la demanda de la energía del pueblo. Durante noviembre de 2020, hubo un apagón casi permanente. En diciembre, el nuevo gerente de Electrovichada, elegido con votos del IPSE y de la gobernación, firmó la modificación del contrato, que quedó en firme hasta 2040. La empresa de los Santo Domingo comenzó a generar energía solo con sus plantas de gasolina, como había pedido desde el principio.

Puerto Carreño está ubicado entre dos ríos: el Meta y el Orinoco. Ambos son fronteras con Venezuela. Foto: Jorge Luis Rocha

Un derecho convertido en negocio

La modificación del contrato no solo libró a Refoenergy de una posible sanción por los retrasos en las obras, también le permitió sacar todo el beneficio de los menores costos de la generación con biomasa cuando la planta estuvo lista. Electrovichada aceptó pagar una tarifa fija a Refoenergy sin importar con qué fuente generara la empresa de los Santo Domingo. Acordaron que se mantendría así hasta que la Creg regulara cuánto reconocía por la generación con biomasa.

Con esas condiciones, Refoenergy empezó a generar con biomasa a costos más bajos, pero Electrovichada le debía seguir pagando al valor fijo del contrato, que para 2022 ya estaba en 1.140 pesos por kilovatio/hora. 

Las condiciones favorables para Refoenergy se extendieron incluso después de que la Creg reguló la tarifa de biomasa para Puerto Carreño, en noviembre de 2022. Electrovichada tardó hasta abril de 2024 para aplicar la resolución de la Creg, por lo que Refoenergy siguió girando facturas al valor del contrato, que subió a 1.290 pesos en 2023 y a 1.410 pesos en los primeros meses de 2024. Eran valores mucho más altos que el cargo máximo regulado por la Creg: 1.050 pesos. 

El precio que Electrovichada debía pagarle a Refoenergy solo se equilibró cuando empezó a aplicar la resolución de la Creg en 2024. Para entonces ya debía cerca de 20.000 millones de pesos. La deuda con la empresa de los Santo Domingo creció exponencialmente, en parte, por las condiciones a su favor que le permitió el contrato y la modificación impulsada por el gobierno Duque.

“Las zonas no interconectadas son lugares de atención social, no de generación de riqueza. No se puede llegar a una zona no conectada a hacer dinero, a menos que el Estado asuma los costos adicionales”, opina Camilo Hernán Izquierdo, el consultor experto en el mercado de energía que hizo el concepto financiero de Electrovichada que advertía de no firmar el contrato.

Sonia Prada recuerda que la primera planta de energía con gasolina llegó a Puerto Carreño en 1975, cuando ella era niña. Solo había energía en el centro del pueblo, por unas horas. Foto: José Luis Rocha

Desde la entrada en operación de Refoenergy, las tarifas de energía de las personas en Puerto Carreño se dispararon. El 90 % de la población del municipio  pertenece a los estratos 1 y 2, por lo que está cobijada por los subsidios. Pero ni siquiera estos han cubierto completamente el incremento. En octubre de 2020, cuando la energía la suministraba Venezuela, una persona de estrato 1 que consumía más de 174 kilovatio/hora al mes debía pagar 395 pesos por kilovatio. En marzo de 2025, esa misma persona debió pagar casi el doble: 782 pesos por kilovatio.

Sonia Prada se cansó de ver cómo subía el precio de las facturas mientras al tiempo debían soportar cada vez menos horas sin luz. Su nieto de cinco años apenas podía dormir en las noches por el calor. En temporada seca, la temperatura de Puerto Carreño sube hasta los 40°C, y el bochorno permanece en el ambiente toda la noche. 

En 2023, Sonia se unió al comité de veeduría energética que se creó en Puerto Carreño tras el fin de la interconexión con Venezuela, conformado por varios líderes de la comunidad. Aprendió sobre las zonas no interconectadas, sobre tarifas y plantas de generación. También empezó a enviar derechos de petición, a subirse a tarimas para dar discursos y a reunirse con delegados del Ministerio de Energía.

“Mi nieto ahora me dice: abuela, ¿cuándo vamos a ir en caravana a gritar que queremos luz?”

Desde 2023, el gobierno de Gustavo Petro ha evaluado alternativas para solucionar el problema de la energía en Puerto Carreño. Su primera opción fue intentar recuperar la interconexión con Venezuela. El año pasado hubo cinco reuniones entre delegados de los dos países, según le dijo a Mutante el gerente (e) de Electrovichada, Andrés Medina. 

Sin embargo, el proceso quedó en duda por una nueva tensión diplomática, esta vez por la reelección de Nicolás Maduro como presidente, que fue cuestionada por su falta de transparencia por la mayoría de gobiernos de la región, incluido el de Gustavo Petro. “Desde el IPSE me dijeron que mejor esperáramos a que se calme todo un poco. También está el tema de la deuda con ese país”, cuenta Medina. Las sanciones de Estados Unidos contra el gobierno de Maduro se mantienen y Colombia aún le debe a Venezuela 2,5 millones de dólares por la suspensión de los pagos entre 2017 y 2020.

La otra alternativa es la energía solar, que se había descartado en 2014. Medina confirmó que hay una conversación con el gobierno nacional para la construcción de un parque de energía solar con una potencia mayor al de la planta de biomasa. Los recursos aún no están confirmados. E incluso si se concretan, quedaría por resolver la deuda de Electrovichada con la empresa de los Santo Domingo.

“Antes de pensar en nuevas deudas, Electrovichada tiene que pensar en pagar”, fue la respuesta del abogado de Refoenergy, José Plata Puyana, cuando se planteó la opción de un parque solar durante una audiencia con Electrovichada en abril de 2025, a la que Mutante tuvo acceso.

Sonia dice que solo se va a retirar del activismo en el comité de veeduría cuando el parque solar esté construído. Dedica las mañanas a su trabajo como profesora de primaria y las tardes a la causa de la energía. “Mi nieto ahora me dice: abuela, ¿cuándo vamos a ir en caravana a gritar que queremos luz?”. 

Gracias a él, dice Sonia, empezó a pensar en la energía como un derecho. No como el milagro fugaz de su infancia que solo aparecía con los muertos, ni como la promesa que se prende o se apaga según el péndulo político y los cálculos de las industrias verdes.

*Este contenido integra el especial No es bosque, es despojo: La colonización ‘verde’ de los Llanos Orientales, de Mutante, La Liga Contra el Silencio y Runrun.es.


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