“No hay metadona”: una crisis que revela la soledad y angustia de quienes quieren dejar de consumir heroína

Desde julio se cumplió la pesadilla de personas que estaban en un tratamiento para dejar la heroína: no había metadona, el medicamento más eficaz para contrarrestar el dolor por la abstinencia. El desabastecimiento destapó las necesidades de una población marginada y los obstáculos para quienes deciden dejar de consumir heroína en Colombia.

Fecha: 2024-12-06

Por: Natalia Duque Vergara

Ilustración: Wil Huertas @uuily

“No hay metadona”: una crisis que revela la soledad y angustia de quienes quieren dejar de consumir heroína

Desde julio se cumplió la pesadilla de personas que estaban en un tratamiento para dejar la heroína: no había metadona, el medicamento más eficaz para contrarrestar el dolor por la abstinencia. El desabastecimiento destapó las necesidades de una población marginada y los obstáculos para quienes deciden dejar de consumir heroína en Colombia.

Fecha: 2024-12-06

Por: NATALIA DUQUE VERGARA

Ilustración: Wil Huertas @uuily

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Imagina que no te puedes parar de la cama. Que un dolor desconocido recorre tu cuerpo. Imagina que tienes que pararte porque descansar no es una opción y que, luego, mientras caminas por la calle, sudas sin parar y no puedes controlar tus esfínteres. 

Así se siente no consumir heroína. 

“Esos dolores son terribles. Tu vida se para completamente”, cuenta María*, una joven de 32 años que consume heroína hace catorce, casi la mitad de su vida. Ella trabaja como “par” en CAMBIE, la primera sala de consumo de Colombia ubicada en Bogotá y diseñada para atender usuarios que consumen sustancias inyectables. El espacio que abrió sus puertas hace un año, está ubicado cerca al centro de la ciudad. Es angosto, de unos 20 metros, de paredes blancas y una potente luz, también blanca, que le da al lugar un aire de hospital. 

Adentro hay tres sillas separadas en cubículos. Cada una tiene un mesón en frente, un espejo y un recipiente color rojo en donde se tira la basura. Este es el espacio destinado para el consumo supervisado de las personas que llegan a la sala y a quienes también se les brinda un kit básico para reducir los riesgos de contraer enfermedades asociadas a la inyección. 

A la sala llegan, de lunes a viernes, personas que utilizan drogas inyectadas y que buscan un espacio seguro para consumirlas. En muchos de los casos les interesa acceder a otros beneficios como ropa limpia, comida o simplemente un lugar para descansar sin pensar en los peligros que hay en la calle.   

El trabajo de María consiste en hacer uso de su propia experiencia y conocimientos como usuaria de esta sustancia para acompañar y orientar a quienes llegan. “Cuando vienen los usuarios, además de entregarles el material y lo que necesitan, mi función principal es acercarme a ellos porque usualmente tienen un recelo hacia la institucionalidad”, precisa. 

En julio del 2024, los usuarios que llegaban a la sala le contaron a María que, a pesar de tener prescripción médica, no estaban recibiendo la metadona en los lugares autorizados para su distribución. Se trata de un medicamento considerado de “control especial” que es utilizado para avanzar en los procesos de desintoxicación de heroína. En Colombia, está vigilado por el Fondo Nacional de Estupefacientes (FNE) y solo puede ser solicitado bajo prescripción médica. 

Sin embargo, aún con la fórmula médica, la metadona dejó de circular. En Bogotá se puede conseguir la metadona en Colsubsidio, mientras que en otros lugares del país este medicamento se encuentra en los Fondos Rotatorios de Estupefacientes, definidos por las Secretarías de Salud de cada departamento. 

Sin embargo, desde julio, cuando los usuarios acudían a estos lugares no encontraban abastecimiento de metadona y en el “mercado negro” tampoco se conseguía. “No había metadona”, asegura María, quien también estaba en el proceso de dejar la heroína pero que, ante la escasez del medicamento, tuvo que volver a consumirla. 

Esta crisis pasó inadvertida en los medios de comunicación. Únicamente se reportó en octubre la escasez de este y otros medicamentos en el Hospital Mental de Antioquia.

Y es que no conseguir metadona tiene serias implicaciones para los usuarios de heroína: dolor insoportable y una potencial recaída en el consumo que puede traer consigo una sobredosis. 

Ante estas denuncias, el Fondo Nacional de Estupefacientes aseguró que sí recibieron reclamos por parte de las EPS y gestores farmacéuticos, las entidades a cargo de autorizar las órdenes médicas. Estos reclamos ocurrieron principalmente entre junio y agosto porque no estaban llegando suficientes existencias de este medicamento para entregar a los usuarios.

Sin embargo, tanto el FNE como el Ministerio de Salud le aseguraron a Mutante que no es posible decir que hubo una crisis y que actualmente hay existencias en la bodega del Fondo. 

¿Quiénes consumen heroína en Colombia?

En Colombia no existen datos actualizados y oficiales para determinar cuántas personas usan heroína. Lo más cercano a esa información, es un documento publicado por el Ministerio de Salud en 2021, donde se reporta un consumo de esta sustancia en Bogotá, Medellín, Cali, Pereira y Dosquebradas, Armenia, Cúcuta, Santander de Quilichao y Pasto. Ese mismo informe estimó en 14.893 el número de personas que se inyectaban heroína para el 2014. Ante este vacío informativo, las organizaciones de la sociedad civil hacen el trabajo de levantar sus propias cifras.

Daniel Rojas Estupiñán, coordinador de CAMBIE, asegura que desde la institucionalidad no pueden haber políticas acertadas para atender a esta población si no se reconoce su existencia. Por ejemplo, el Estudio de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Bogotá, realizado en 2022, señaló que no se reportaron personas que hubieran consumido heroína en ese último año. Sin embargo, solo en la sala, han registrado a 67 usuarios en el último año. 

Por su parte, Jaime Marulanda hace parte de la Corporación Viviendo de Cali que ha desarrollado un dispositivo comunitario de reducción de riesgos y daños en el barrio Sucre, ubicado en el centro de la ciudad. Según él, desde 2019 han registrado 625 personas usuarias de heroína por vía inyectada, aunque reconoce que podrían ser más. 

La gran mayoría de estas personas no cuentan con herramientas como redes de apoyo, o condiciones mínimas de vida como comida o un lugar para pasar la noche. En Cali, por ejemplo, el 90 % de estas personas habita la calle, mientras que en los usuarios que atiende CAMBIE en Bogotá esta cifra es del 25 %. El 75% restante vive en una casa o apartamento (43%), en un hotel (15%), en una habitación (13%) o en otro lugar (3%). 

Según Rojas, estas últimas tres cifras corresponden básicamente a “pagadiarios”, lugares en los que el alquiler de un espacio se paga diariamente, lo cual suma un 31% de personas que también se encuentran en riesgo de habitar la calle. 

Su situación de desprotección y falta de redes de apoyo, sumadas a otras condiciones asociadas a la migración, por ejemplo, es una barrera para que estas personas tomen la decisión de iniciar un proceso de desintoxicación y se mantengan  en el mismo a lo largo del tiempo. Pero incluso en el caso de quienes deciden iniciarlo, para avanzar se necesita más que la determinación. 

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el “tratamiento de mantenimiento con metadona” es la terapia más eficaz para los usuarios de heroína. A través de su consumo se busca detener los efectos de la abstinencia y que la persona no consuma de nuevo. Un tratamiento puede llegar a durar entre diez y doce años hasta que la persona logra dejar también la metadona. Es decir, es un proceso largo que necesita constancia y condiciones mínimas para garantizar su continuidad.

Quienes consumen “H”, como es conocida popularmente la heroína, pueden utilizar la metadona en dos contextos, según cuenta María. El primero, efectivamente cuando se inicia un proceso para dejar la sustancia. El segundo, cuando no logran conseguir su dosis de heroína y necesitan la metadona para no sufrir dolor por no consumir. Esto último puede ocurrir, por ejemplo, cuando hay disputas entre vendedores o cambios en el funcionamiento de las “ollas”. 

En respuesta a un derecho de petición enviado por Mutante, el Ministerio de Salud estimó que en Colombia podría haber cerca de 3.800 pacientes que consumen metadona, aunque no todos serían consumidores de heroína, sino también pacientes con tratamientos psiquiátricos o de cuidados paliativos. En estos últimos la metadona es fundamental como analgésico para aliviar el dolor intenso y permanente en personas que tienen diagnósticos como cáncer, obstrucción pulmonar crónica o neuropatía.

Dejar la heroína, una misión casi imposible

Isabel Pereira, investigadora de Dejusticia y autora del libro Los caminos del dolor, acceso a cuidados paliativos y tratamiento por consumo de heroína en Colombia, habla de cuatro tipos de barrera para acceder al tratamiento de mantenimiento con metadona: la fiscalización de los medicamentos, la dificultad para acceder al sistema de salud y al tratamiento, la falta de formación de los profesionales de la salud y el estigma hacia las personas consumidoras. 

De acuerdo con María, la par de CAMBIE, y desde su perspectiva de consumidora y acompañante, tomar la decisión es difícil, pero mantenerla, es peor. De entrada, una persona que quiere dejar la heroína debe ir a su Entidad Prestadora de Salud (EPS) para que le receten la metadona. Esto implica, en primer lugar, tener una EPS subsidiada (por haber sido identificado en el nivel 1 o 2 del Sisbén), estar afiliado a través de un pago mensual que hace un empleador o un trabajador independiente. La alternativa es conseguir un médico particular que cuente con los formatos para recetar medicamentos de control especial. 

Pero, como ya lo ha confirmado el Centro de Estudios en Migración de la Universidad de los Andes, en el caso de los usuarios de heroína que son migrantes (el 26 % de quienes han ido a CAMBIE) o están en habitabilidad de calle, la afiliación al sistema de salud es más difícil o imposible.  

Además, acudir al personal médico es un reto, pues tanto María como los usuarios a los que acompaña, se enfrentan a diario con el estigma de consumir una sustancia, y peor aún, una sustancia que se inyecta. “Lo más bajo en la cadena somos las personas que nos inyectamos drogas”, dice. 

Según el informe que publicó CAMBIE en octubre de este año, en el primer aniversario de su funcionamiento, las personas que se inyectan suelen estar en un contexto de insalubridad, pobreza y barreras estructurales, un contexto que “se caracteriza por la falta de datos y la invisibilidad sistemática de estas personas en los informes institucionales”, lo cual dificulta saber, por ejemplo, qué porcentaje de esta población tienen acceso a servicios médicos. 

Ahora, en caso de tener una EPS y lograr una cita con un médico general, se debe esperar la remisión a un especialista en toxicología o psiquiatría, que son quienes efectivamente pueden ordenar el tratamiento. En este punto, suele haber otro problema pues, a partir de su misma experiencia, María se ha dado cuenta de que, en algunos casos, los médicos no saben cómo abordar un proceso de desintoxicación como este y recetan dosis insuficientes a personas con niveles de consumo muy altos. 

Este desconocimiento médico también lo ha constatado Jaime, de la Corporación Viviendo (Cali): “las ideas y prejuicios que tiene una persona terminan pesando más que decisiones que deberían estar basadas en evidencia científica”, precisa. Cuando la dosis recetada de metadona no corresponde con el nivel de consumo de heroína,  el tratamiento no avanza porque no se cumple con el objetivo de contrarrestar los síntomas de la abstinencia, cuenta María. 

Hasta este punto hay algo claro: para acceder a la metadona debes tener EPS o la posibilidad de pagar un médico particular que emita una fórmula institucional. 

Ahora, existe otro problema que se exacerba aún más en tiempos de crisis: las recetas médicas solo tienen una vigencia de quince días para los medicamentos controlados como la metadona. Es decir, si hay desabastecimiento durante veinte días o un mes, los pacientes deben ir por una receta nueva para reclamarlo. 

El hecho de que no haya metadona el día en el cual a la persona se le acaba el medicamento y no tiene cómo reemplazarlo, pone en riesgo la totalidad del tratamiento. “Por ejemplo, si tu dosis de metadona es una pastilla en la mañana y una en la noche, con que dejes de tomarte la dosis de la mañana ya entras en síndrome de abstinencia y pierdes tu proceso”, cuenta María. 

Con la receta médica vigente en la mano, se debe averiguar los lugares que están autorizados para entregar el medicamento que, al ser de control especial, no lo venden en cualquier farmacia. Esto varía en cada ciudad. En Bogotá, por ejemplo, el FNE tiene un convenio con la Caja Colombiana de Subsidio Familiar (Colsubsidio). En otros departamentos la metadona se adquiere en los Fondos Rotatorios de Estupefacientes, definidos por cada Secretaría de Salud.

En Cali, por ejemplo, la entidad encargada de dispensar la metadona es la Institución Prestadora de Salud (IPS) Melendez. Las IPS tienen convenios con algunas EPS, no con todas. En estos casos, si la EPS a la que pertenece una persona no tiene convenio con la IPS Melendez, entonces no puede acceder al medicamento. 

Siempre hay crisis de metadona, pero esta es la más larga

“En cuanto a problemas de desabastecimiento, en varias ciudades las IPS que operan los programas de metadona nos reportaron que esto ha ocurrido en momentos por periodos largos y en estos casos los usuarios recurren al mercado ilegal”, asegura la investigación de Pereira, en la cual se resalta un caso en Cúcuta donde no se encontró metadona durante tres meses. 

En Colombia la materia prima para la producción de metadona es suministrada sólo por el proveedor Química Fina S.A. “el cual es el único autorizado para las actividades de importación de metadona como materia prima en Colombia, con carta de exclusividad por parte del proveedor Rusan Pharma ubicado en la India”, asegura el Ministerio de Salud en el derecho de petición.

La actual crisis de metadona ya cumple cinco meses desde que se empezó a reportar y, según los usuarios, en el mercado ilegal tampoco se encuentra el medicamento. De hecho, durante una visita de Mutante a la sala de consumo de CAMBIE en noviembre, uno de los usuarios llegó con su prescripción médica, alterado, porque todavía no había podido reclamar el medicamento. La enfermera de la sala lo atendió para ayudarlo a hacer su respectivo reclamo a la EPS.

Durante este periodo de tiempo la metadona ha aparecido “en monitorización” en el listado de abastecimiento y desabastecimiento de medicamentos publicado cada mes por el Invima. Esto quiere decir que se realiza un seguimiento permanente, debido a que “las cantidades disponibles reportadas por el titular de registro sanitario (en este caso, el Fondo Nacional de Estupefacientes) son limitadas para los siguientes tres meses de comercialización”, aseguró MinSalud en el derecho de petición.

Según la respuesta del Ministerio de Salud a Mutante, esto se relaciona con el seguimiento que tanto esta institución como el Invima le hicieron a la metadona, a raíz de las alertas recibidas por las EPS desde julio. En este proceso se dieron cuenta de que había limitaciones para la presentación en tabletas de 10 mg y 40 mg debido a un nuevo requerimiento sobre las impurezas orgánicas, realizado por la Farmacopea USP, una entidad a cargo de definir los criterios de calidad para los productos farmacéuticos.

Según el Ministerio, esta situación generó un retraso en la liberación de los lotes de metadona para su comercialización para el segundo semestre de este año. En las calles esto se reflejó con la imposibilidad de conseguir la metadona y, por ende, con la suspensión de procesos de desintoxicación. 

“Se dañan tratamientos de muchos años y es una pérdida tanto tiempo invertido para perder todo en menos de un mes”, dice María.

Según el Ministerio de Salud, desde el 10 de octubre hay existencias de metadona de 10 mg y 40 mg en la bodega del Fondo Nacional de Estupefacientes (FNE). Sin embargo, los usuarios llegan a los lugares donde los dispensan y la situación sigue siendo la misma: les dicen que no hay. “A veces uno llega y, como la vitrina es transparente, ve que sí hay metadona. Pero cuando uno pregunta dicen que no hay y no la venden”, asegura María. 

Un avance hacia la reducción de riesgos para consumidores de heroína

El acceso efectivo a la metadona garantiza que todas las personas que consumen heroína tengan la opción de dejarla. “Son personas que sienten, que son más que una cifra. Que tienen una familia, que pueden ser hermanos, que pueden ser amigos”, dice Daniel Rojas, coordinador de CAMBIE. 

El libro  Los caminos del dolor, de la investigadora Isabel Pereira, que fue publicado en 2019, afirma contundentemente que no hay una respuesta integral por parte de la institucionalidad para esta población y recomienda, urgentemente, la importancia de que haya disponibilidad y accesibilidad de metadona en los centros de salud de todos los niveles de las ciudades donde hay consumo de heroína.  

Este podría ser un paso hacia la materialización de un enfoque de reducción de daños, encaminado hacia la regulación de las salas de consumo supervisado como la que ya existe en Bogotá y la que la Corporación Viviendo sueña en el barrio Sucre de Cali. 

En la respuesta del Ministerio de Salud al mismo derecho de petición enviado por Mutante, la entidad dijo que actualmente está trabajando en lineamientos que permitan diseñar, implementar y evaluar los espacios de consumo. Sin embargo, “no es posible establecer una fecha tentativa para su publicación”, aseguró el Ministerio.

Estas salas podrían ser fundamentales para personas usuarias de heroína en los procesos de sustitución con metadona. Pero también para garantizar mejores condiciones de vida a las personas que consumen por ejemplo a partir de  entregarles implementos de inyección limpios, evitar posibles sobredosis, reducir epidemias virales (de VIH o hepatitis C, por ejemplo) y disminuir su consumo en espacio público.

La crisis de la metadona es apenas una excusa que abre la discusión sobre la percepción y la garantía de derechos para las personas que consumen drogas inyectables, específicamente heroína, de las cuales ni siquiera se tienen cifras actualizadas. ¿Cuántas personas son? ¿En dónde viven? ¿En qué condiciones están? ¿Cuántas mueren por sobredosis u otras enfermedades que podrían ser tratadas si se diagnostican?

“Pensar en no trabajar con esta población es la respuesta más simplista y más fácil que este enfoque prohibicionista nos ha dejado al decir que ya todo está perdido y que no hay nada que hacer. Al contrario, hay muchísimo que hacer y se debe hacer”, asegura Rojas. 

Por ahora, el llamado más urgente es al Ministerio de Salud con presencia en el Fondo Nacional de Estupefacientes para garantizar el tratamiento de sustitución con metadona. El abastecimiento es necesario para evitar que ocurra lo que ha ocurrido durante los últimos cinco meses: personas que no están identificadas, que sienten un dolor indescriptible y que, sin otra opción, regresaron al consumo de heroína.

*El nombre real fue cambiado a petición de la fuente.

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