“¡Las personas no binarias existimos!”: cuatro relatos de amor propio y resistencia

Empecemos por lo básico: las personas no binarias no se consideran "hombres" ni tampoco "mujeres". ¿Entonces cómo? Estas fotografías y fragmentos de conversación intentan retratarlo, sin desconocer que cada historia es única.

Fecha: 2022-07-03

Por: Mariana White Londoño

Fotografías:

VICTORIA HOLGUÍN

“¡Las personas no binarias existimos!”: cuatro relatos de amor propio y resistencia

Empecemos por lo básico: las personas no binarias no se consideran "hombres" ni tampoco "mujeres". ¿Entonces cómo? Estas fotografías y fragmentos de conversación intentan retratarlo, sin desconocer que cada historia es única.

Por: MARIANA WHITE LONDOÑO

Fotografías:

VICTORIA HOLGUÍN

COMPARTIR ARTÍCULO

Andrew (27), Migue (20), Nathan (22) y Violeta (29) son cuatro jóvenes Transgénero —que no coinciden con el género asignado al nacer—, quienes en su proceso de tránsito intentaron pertenecer al género contrario, como demanda la sociedad binaria, pero tampoco se reconocieron allí.

Sabemos que el solo uso del lenguaje inclusivo, es decir, intentar no ponerle género a las palabras, o el uso de la “e” al final de algunas de ellas como forma práctica de reconocer a todas las identidades de género, aún causa resistencia, incluso rabia, pues muchos consideran que así se “atenta” contra el lenguaje. Pero el desconocimiento de las personas no binarias, desde la sociedad o desde el Estado, atenta más contra ellas.

Y es que no encontrar cabida en algo tan elemental como una conversación hace parte de la angustia que sienten las personas no binarias, explica la psicóloga especialista en género Paola Duque, no porque estén “confundidas” acerca de quiénes son, sino porque desde que nacemos se espera que nos comportemos, expresemos y vistamos de acuerdo a nuestra genitalidad, y a quienes no coinciden con estos parámetros —para seguir estableciendo un orden social— se les pide cambiar de “hombre a mujer” o de “mujer a hombre”. Una presión de la cual, al menos Andrew (él o elle), Migue (elle), Nathan (él) y Violeta (ella o elle), ya se liberaron.

 

ANDREW: “MIS PAPÁS RELACIONAN LOS ABUSOS SEXUALES QUE SUFRÍ CON MI IDENTIDAD, PERO YO DESDE CHIQUITO ME HE SENTIDO DIFERENTE”

Cuando era pequeño, Andrew, asignado mujer al nacer, recibía clases de piano por parte de un vecino. “El man inescrupulosamente empezaba a tocarme”, recuerda después de procesar no solo ese abuso, sino otro vivido a los 21 años por parte de un compañero de trabajo: “Me invitó a la casa y no le vi problema. Tomamos tequila y vi el vaso, pero de ahí para allá no me acuerdo. Tuve una violación”.

Hoy sus padres conectan aquellos sucesos con los hechos de que, primero, se haya reconocido como lesbiana y, más adelante, haya transitado hacia una expresión de género masculina. Pero él lo niega: “Cuando jugaba con los niños siempre era el papá, o cuando tuve mi primera relación sentimental con una chica, ella me pedía no volverme marimacho”.

“En algún momento digo: ¿por qué no puedo ser así? Si me siento más a gusto, ¿por qué no puedo?”. Aquella relación sirvió de espejo para mirarse adentro y tomar la decisión de comenzar su tránsito de género a no binarie, mas no a un hombre, pues la violencia que representa el patriarcado, de la cual además fue víctima, no lo representa.

 

MIGUE: “LO QUE SENTÍA CON DIOS ERA GENIAL. LÁSTIMA QUE ESAS PERSONAS (ALGUNAS CRISTIANAS) TENGAN UNA DIMENSIÓN TAN CORTA DE LO QUE ES UNA PERSONA”

Migue, asignade hombre al nacer, tuvo algunas figuras de poder en su familia que intentaron cambiarle en cultos cristianos “lo que había de malo en mí”; por ser —en sus palabras— un chico femenino, débil y todo lo contrario a como se concibe que debe ser un hombre.

Tuvo tres intentos de asistir diariamente a la iglesia para “abstenerse” de sus comportamientos y lo hacía con fervor: “Me conectaba mucho con Dios y era muy bonito. Pero cada vez que predicaba, me sentía traicionándome, pues sabía que no iba a funcionar”.

Un día tuvo que escoger entre asistir al coro del templo en Ecuador, donde vivía, o a una marcha LGBTI. Decidió ir a esta y eso le marcó para siempre: “Reconocí que no estaba solo y había miles de personas tan diversas como yo, que estaba desperdiciando el tiempo de ser yo”.

Pero cuando llegó, su padrastro lo violentó verbalmente, diciéndole —por ejemplo— que había traído el “demonio” a la casa. Fue cuando decidió regresar a Colombia, lejos de su madre, y asistir a espacios de activismo LGBTI donde escuchó por primera vez el término no binario: “Definitivamente es lo que me identifica”.

 

NATHAN: “SENTÍ QUE LE ESTABA MINTIENDO A TODO EL MUNDO, PERO ME DABA MUCHÍSIMA ANSIEDAD DECIR QUE NO ERA MUJER”

Asignado “mujer” al nacer, Nathan supo desde los 14 años que no era tal. Se miró al espejo, se puso una media bajo su pelvis y dijo: “Okay, esto no me disgusta”. Coincidencial o causalmente siempre había tenido que usar zapatos masculinos, pues sus padres nunca encontraban femeninos de su talla.

Cuando lo invitaron por primera vez a una fiesta de 15, les dijo a su mamá, papá y abuela que quería ir de traje. Estos intentaron hacerlo cambiar de opinión: “Duramos todo un día buscando vestidos, pero yo no quería… Al final accedieron al traje, pero me hicieron maquillar”.

No encontrar espacios de libre expresión reforzó su personalidad “tímida y sensible”, así como la ansiedad y depresión que le diagnosticaron en el último año de colegio. A pesar de que en la Universidad ya podía vestirse con un estilo entre masculino y neutro como quería, o engrosar su voz para que lo trataran de igual forma, no poder nombrar lo que le sucedía lo llevó a una nueva crisis.

En la pandemia, con más tiempo para verse a sí mismo, encontró un grupo de apoyo virtual para personas no binarias y entendió que ¡de eso se trataba! En cambio sus padres, dice resignado, no han hecho el esfuerzo: “Primero fue una actitud de burla, y después yo era como intentando hacerles entender. Pero desde mi perspectiva, si tú amas a tu hijo y quieres entenderlo, tú también puedes investigar”.

 

VIOLETA: “SALIR DEL CLÓSET ME SALVÓ LA VIDA. DECÍA: HAGO ALGO AL RESPECTO O ME MATO”

“Yo sabía que yo no era ‘normal’ desde que tenía como 5 años, pero nunca le supe poner nombre”, dice Violeta, asignada hombre al nacer. A los 9 comprendió que existían las personas homosexuales, pero el entendimiento de las personas Trans llegó en su adolescencia de forma negativa: con chistes despectivos y comentarios violentos. “Eso reforzó ese miedo a definirme y a decir de pronto soy eso”.

Cuando tenía 16 salió del clóset con algunes amigues y con su madre: “Soy una mujer Trans”, les dijo en un momento en el que el término no binario era desconocido. Si mucho se hablaba de lo queer, todo aquello considerado “raro” o “disidente” de las normas Cis —quienes coincidimos con el sexo/género asignado al nacer— y heterosexuales.

Sus amigues la apoyaron y, aunque su madre lloró porque entendía lo que implicaba socialmente, también la acompañó. Pero los obstáculos encontrados y el hecho de nunca sentirse cómoda teniendo que habitar la feminidad tradicional —con un tránsito hormonado, cirugías y una estética muy clara para diferenciarse de lo que es un hombre—, hizo que renunciara por años a ese deseo.

Hasta los 25, después de salir del país de intercambio, cuando conoció otras realidades y en un invierno, sola, y en crisis, decidió regresar a Colombia e iniciar su propio tránsito como mujer Trans. Sin embargo, en los últimos años ha tenido desencuentros con las limitaciones del binarismo en algunas manifestaciones de lo Trans.

 

LA FALTA DE RECONOCIMIENTO DEL NO BINARISMO

 

Si bien estos relatos muestran que primero hay que desactivar la transfobia dentro de las familias y comunidades, el hecho de que el Estado reconozca plenamente los derechos de todas las personas con experiencia de vida Trans, envía un mensaje para que eso sea posible.

Desde el 2015, las personas en Colombia pueden cambiar el componente de sexo en su cédula de F —femenino— a M —masculino—, y viceversa, pero estas categorías se quedan cortas cuando una persona no binaria quiere acceder a algún servicio estatal; desde el voto —negándoselo si su apariencia se aleja del sexo preconcebido en la cédula—; pasando por el derecho fundamental a la salud —negándoles atenciones que solo son para la F como la citología, o para la M como el examen de próstata—; hasta fenómenos más estructurales como ganar menos dinero por mantener la F en la cédula en un entorno de hombres Cis, como en el que se desenvuelve Andrew.

“Soy ingeniero de sistemas y solo por tener una cédula con la F gano menos que los que tienen la M, aunque hago el mismo trabajo”, cuenta. Por eso, va a iniciar los trámites para cambiar aquel componente a N/B —no binario— y poder exigir el reconocimiento de sus derechos civiles con la reciente sentencia T-003 del 2022, a raíz de la tutela que ganó Dani García, la primera travesti con cédula no binaria en el país.

Aunque aún no ha tenido que usar su documento, Dani García espera que al menos los sistemas públicos se enteren de que “les puede llegar” una persona femenina, masculina o neutra, independientemente de su genitalidad, y no pueden poner barreras para acceder a algún servicio como ocurre hoy en día. Mientras que Alelí Gael Chaparro, un estudiante de Derecho no binario que realizó un proceso similar al de Dani, ya se enteró de que, si bien su cédula física ya dice N/B, en el sistema de la Registraduría aún le sale M y al solicitar el cambio le dicen que no es posible.

“¡Las personas no binarias existimos!”. Es el grito de Nathan a la sociedad y al Estado, pero también el de muchas personas jóvenes y adultas que se están empezando a dar cuenta de que lo que viven desde hace mucho tiempo puede nombrarse como no binario.