La narrativa del cambio del Gobierno Petro tiene fracturas en la realidad
Planteamos preguntas y ensayamos respuestas, junto a expertos y jóvenes consultados, para entender las fisuras de la promesa con la que Gustavo Petro y Francia Márquez llegaron al poder. ¿Es culpa del Gobierno por prometer por encima de sus capacidades, o de las fuerzas que lo frenan y contienen? Análisis.
Fecha: 2023-06-09
Por: Mutante*
La narrativa del cambio del Gobierno Petro tiene fracturas en la realidad
Planteamos preguntas y ensayamos respuestas, junto a expertos y jóvenes consultados, para entender las fisuras de la promesa con la que Gustavo Petro y Francia Márquez llegaron al poder. ¿Es culpa del Gobierno por prometer por encima de sus capacidades, o de las fuerzas que lo frenan y contienen? Análisis.
Fecha: 2023-06-09
Por: MUTANTE*
“Con el corazón bien puesto, con alegría y esperanza seguimos firmes en la misión de materializar el mandato de cambio que nos entregó el pueblo colombiano”. Esa frase, junto al hashtag #ElCambioAvanza, acompañó una de las publicaciones que hizo la vicepresidenta, Francia Márquez, durante las movilizaciones convocadas por el Gobierno el 7 de junio en medio de la crisis que desató la salida del exembajador en Venezuela, Armando Benedetti, y la exjefa de Gabinete, Laura Sarabia, y de las discusiones para aprobar en el Congreso reformas de su iniciativa como la de salud, la laboral, la pensional y otras.
Pero, hay varias señales de que ese mandato, que es también la narrativa que Gustavo Petro y Francia Márquez instalaron con sus equipos desde las elecciones y que han mantenido ahora en el poder, no resulta tan claro hoy para muchos sectores ciudadanos. Por ejemplo, menos jóvenes tienen una percepción favorable de Petro: pasó del 61 % en noviembre del año pasado al 46 % en mayo, según el séptimo estudio de percepción de jóvenes de la Universidad del Rosario, la encuestadora Cifras y Conceptos, El Tiempo y la fundación alemana Hanns Seidel Stiftung. Y en el caso de Márquez, es más alta la desaprobación (48 %) que la aprobación (38 %), según el mismo estudio.
Al respecto, conversamos con integrantes de Retoma, la red que creó Mutante para la toma de decisiones democráticas con jóvenes que se movilizaron en el paro nacional de 2021. Varios de ellos coincidieron en que la palabra cambio se ha utilizado tanto “que ya no da esperanza escucharla o leerla”. También señalaron que las acciones del Gobierno son poco visibles o mal comunicadas, que falta franqueza en las promesas respecto a lo que realmente puede hacer, que se está quedando solo y que su imagen se ha desdibujado “por replicar actitudes de gobiernos anteriores”. Pero también señalaron que no se trata solo de la acción del Gobierno, sino de pulsos de poder externos que dificultan la materialización de ese cambio. “Sabíamos que iba a ser un gobierno difícil”, nos respondió uno de los jóvenes.
En la marcha del miércoles, el presidente Petro logró convocar a más personas que en movilizaciones anteriores y envió el mensaje de que, en sus palabras, “Petro no está solo”. Allí, rodeado de sus simpatizantes, no solo le pidió al Congreso aprobar “las reformas que Colombia aprobó en las urnas” y que están atascadas, sino que anunció otras dos para el siguiente semestre: una de educación y otra sobre servicios públicos. Tanto él como la vicepresidenta Márquez negaron cualquier financiación irregular, tras la duda que sembró Benedett en audios en los que habla de ingresos de dineros a la campaña presidencial, con amenazas de contarlo.
¿Qué significa y cómo se cocina el cambio?
Para Alejandro Mantilla, profesor de Ciencia Política de la Universidad Nacional, el significado del cambio pasa por las reformas: “El cambio implica tener reforma laboral, reforma pensional, reforma a la salud, una política de tierra más efectiva y paz total”.
A esa pregunta, los jóvenes de Retoma respondieron que el cambio significa “la materialización de luchas comunes”, “un gobierno presente en los territorios y defensor de los derechos humanos”, en el que prime el bienestar y un Estado descentralizado en sus servicios en temas como salud y trabajo. Pero hay una brecha entre lo prometido y la percepción de cumplimiento, según nos dijeron los jóvenes de Retoma.
Sandra Botero, profesora de Ciencia Política de la Universidad del Rosario, cree que sí “hay fracturas” en la narrativa del cambio y que estas se pueden ver, por ejemplo, en lo difícil que le está resultando al Gobierno que el Congreso tramite y apruebe sus reformas. Como nos señaló un joven de Retoma: “Para cambiar se necesita poder, y no solo en las calles, sino también en el Congreso”.
La profesora Botero agrega que más allá de la valoración que se puede hacer de cómo funciona la política en el país, en el escenario actual pasar reformas requiere de negociaciones y concesiones con los partidos políticos tradicionales “que son difíciles de tragar para las personas más puristas en términos ideológicos”. Para ella, “la verdad básica y absoluta es que el Gobierno no tiene mayorías en el Congreso”.
Mantilla cree que al decidirse por la vía legislativa, el Gobierno tomó la ruta más difícil, pero que en el sistema presidencialista de Colombia existen otras rutas para materializar el cambio.
Entre estas, sus propias herramientas de política pública, por ejemplo, para llevar a cabo la política de tierras. Esto no depende de una reforma legislativa sino de usar los instrumentos que ya existen en la ley. También, aún sin reforma a la salud, la Superintendencia de Salud podría tener un rol más fuerte frente a las quejas sobre las EPS, y en lo laboral, la tarea de inspección del Ministerio de Trabajo podría fortalecerse aún sin ese proyecto de ley.
También cree que el Ministerio de la Igualdad podría tener un rol clave con el presupuesto necesario para atender las agendas que le fueron encomendadas, pues muchas de las promesas pasan por esa nueva entidad que estará a cargo de Francia Márquez. La creación de ese Ministerio fue aprobada en diciembre por el Congreso y, según dijo Márquez en su discurso durante la movilización, este funcionará a partir de cinco viceministerios. Hasta el momento la puesta en marcha del ministerio no ha ocurrido.
Ahora bien, Mantilla cree que la ruta legislativa sí debe ser usada, pero con iniciativas que sea difícil que le rechacen. La educativa, por ejemplo, requiere del apoyo de los estamentos estudiantil y profesoral para ser aprobada, comenta el docente de la Universidad Nacional.
El peso de los mensajes simbólicos y las buenas maneras
Alejandro Mantilla resalta que en política “las maneras importan. Es decir, la frase de papá refleja una cierta sabiduría popular: hay que ser honesto y hay que parecerlo”. Para él, el Gobierno comenzó con mensajes que funcionaron bien: quitar las vallas de la Plaza Núñez, entre la Casa de Nariño y el Capitolio, que antes estaba cerrada para los peatones; o que Francia Márquez llegara saludando a las empleadas de la Vicepresidencia. “Esos detallitos cuentan”, pero se desdibujan rápidamente con las salidas en falso.
El reto de la narrativa del cambio no se reduce entonces, según dice, a la política pública, sino también a mantenerla en los gestos cotidianos. En el caso del escándalo de Benedetti, señala que se activó la emoción de la sorpresa: “No nos sorprende que Benedetti haga lo que hace, porque sabemos quién es, pero nos sorprende que en este Gobierno pasen esas cosas”.
Ahora bien, frente a las “formas”, dicen tanto Mantilla como Botero, hay un doble estándar de juzgamiento. Por ejemplo, en que a Marta Lucía Ramírez no se le cuestionara en qué medio de transporte se movilizaba por el país como sí se ha hecho con el caso de Francia Márquez. El tema fue ampliamente comentado por políticos de derecha y algunos medios, para criticar a Márquez, y para Mantilla, pudo haber sido mejor aprovechado para posicionar mensajes de cambio. “De la izquierda se espera más” y si bien esto puede ser injusto, también es razonable. Cita una frase del filósofo Gerald Cohen: “Si eres igualitarista, ¿por qué eres tan rico?”. Ese reclamo se explica en las “virtudes republicanas” que la izquierda defiende y que no solo se refieren a las apuestas programáticas, sino a la forma de vivir.
El vivo ejemplo de esas “virtudes” en la izquierda latinoamericana es ‘Pepe’ Mujica. Mantilla dice que a pesar de que tomó decisiones que podrían calificarse como cuestionables, “el relato de Mujica es inquebrantable”, pues logró construir la imagen de un adulto mayor con una vida austera a las afueras de Montevideo. O Álvaro García Linera, que construyó la imagen de ser el gran intelectual y estratega latinoamericano desde la vicepresidencia de Bolivia, lo que le permitió blindarse incluso de las críticas por clientelismo.
“Ahí tienen que repensar el mensaje los gobiernos. La izquierda más radical [de Argentina] le criticaba a Eva Perón que hablaba de los ‘descamisados’ mientras usaba vestidos de Chanel, pero les hablaba de tal forma, con tal compromiso, que a los ‘descamisados’ se les olvidada”, añade Mantilla.
Pero la profesora Botero agrega que el doble rasero también está en la izquierda misma, que ahora se enfrenta a un escenario más difícil que el de hacer oposición. El doble estándar está siendo usado “sin piedad”, tanto por la derecha que critica lo mismo que hizo en el pasado, cuando tenía el poder, como en la izquierda que no cuestiona con la misma severidad todo aquello que le parecía reprochable en los gobiernos de derecha. Un ejemplo de esto, dice, es “la incapacidad de reconocer que efectivamente hay un problema con lo de Benedetti” o que ‘chuzar’ a una empleada doméstica presuntamente de manera ilegal es inaceptable.
Comunicación y crisis de expectativas
Los jóvenes de Retoma creen que la dificultad de ver el cambio también pasa porque “no se sabe aún en qué van las cosas y por eso la gente no ve el trabajo hecho”, como dijo uno de ellos. Y otro señaló que también se enfrenta a una matriz mediática exagerada, racista y clasista.
La profesora Sandra Botero dice que efectivamente el Gobierno podría comunicar mejor, que en general en los esfuerzos por la “paz total” y la seguridad hay problemas de comunicación, pero que esto no resta que también haya problemas de fondo.
Mantilla, por su lado, considera que el manejo del presidente Petro de su relación con la prensa “ha sido catastrófico”, así como su uso de las redes sociales, sobre lo que es frecuentemente cuestionado porque se dedica a cazar discusiones (también con los medios) y se aleja de las formas, tiempos y rigurosidad que se esperaría de una cuenta oficial de un Jefe de Estado.
A la comunicación y el desempeño, Botero le suma un tercer elemento: un electorado inconforme que no necesariamente es mayoritariamente fiel al presidente y que por lo mismo es flexible en su opinión. Dice que la misma gente que estaba enojada con Iván Duque frente a su incapacidad de responder las demandas de la calle, se está empezando a frustrar con el Gobierno. Por eso hay en el fondo una crisis de expectativas.
“Petro hizo promesas muy grandes”, dice la profesora Botero. Y en esas promesas recogió a muchos sectores cuyas demandas, aclara, son serias y no se deben minimizar. Pero en el discurso amplio y ambicioso de Petro aparecieron “un montón de promesas que no hay de dónde cumplir, ni siquiera hay plata para todo eso”, señala.
En ese choque entre promesas que crean expectativas y posibilidades de cumplir, aparece una tensión entre los tiempos de la gente y los tiempos de la política. “La gente tiene hambre hoy”, dice Botero, para referirse a las necesidades apremiantes de muchos de quienes creyeron en el proyecto del cambio: “Tiene sentido que sean ellos también quienes le están pasando esa factura de cobro al Gobierno”, a través de las críticas y de cifras de desaprobación, que el presidente Petro desestima porque considera que “mienten”.
Para Mantilla, “esa tensión entre altísimas expectativas y dificultades objetivas es tal vez el primer estrellón de Petro”. Y esas expectativas no necesariamente se llenan cumpliendo objetivos que incluso trascienden las posibilidades de un cuatrienio, “sino mostrando que estás buscando lograr el objetivo”. En otras palabras, no se trata de cumplir, sino de hacer evidente y cercano que está trabajando por cumplir, y de hacerlo en escenarios que le permitan integrarse más con la base y que van más allá de las movilizaciones sociales.
Un ejemplo de esto, dice Mantilla, es el modelo de consejos comunitarios que implementó Uribe, o las “sabatinas” de Rafael Correa, expresidente de Ecuador. Se refiere a modelos más cercanos a la microgerencia, a los problemas cotidianos de la gente, donde se puede intentar resolver asuntos apremiantes de las comunidades y no solo a través de grandes reformas, y además se establece un vínculo cercano con dirigentes y líderes sociales locales.
Frente a esas expectativas que se chocan con “dificultades objetivas”, Sandra Botero señala que Petro ganó la presidencia de forma muy reñida y se enfrenta a un sistema de pesos y contrapesos que, pese a los problemas que tiene, “medio funciona”. Ahí aparecen los organismos de control y la Fiscalía, que de facto operan como contrapoderes al Ejecutivo.
A esto hay que agregarle “que la élite está teniendo dificultades para entender y enfrentarse a los contenidos de las reformas, es una élite muy reacia al cambio que se niega a pensar que sí hay que hacer algunas cosas”, dice la profesora Botero.
Mantilla, por su parte, señala que Petro recibió un Estado que, en su misma estructura, es hostil a lo que quiere el gobierno, y eso se convierte en un cuello de botella para el cambio. Menciona varios ejemplos: el alto presupuesto ligado a pago de la deuda y al sector defensa desde los años noventa; el marco fiscal de mediano plazo creado para darle tranquilidad a calificadoras de riesgo; los diseños de ciertas agencias y planes de inversión ligados al modelo neoliberal; y finalmente, las personas.
“El Estado son instituciones y organizaciones que están conformadas por personas”, explica Mantilla. En las entidades hay funcionarios que vienen de gobiernos anteriores, con otras lógicas que no necesariamente se ajustan a los objetivos de este gobierno. Por ejemplo, en el sector defensa, está interiorizada una doctrina que no coincide con la del Presidente.
Estas barreras (las élites, la crítica no siempre ponderada de los medios, la situación económica global, y un gran etcétera) son reales, pero el Gobierno corre el riesgo de repetir la narrativa que rodeó la Alcaldía de Petro en Bogotá, que “no lo dejaron gobernar”. Entretanto, hay una situación objetiva que se avecina y que, según los analistas, no luce que se pueda desarrollar de forma favorable para el gobierno: las elecciones regionales de octubre.
¿Qué hará entonces el gobierno para conjurar vientos que no necesariamente soplan a su favor, traducir el apoyo popular que le queda en decisiones legislativas y de política pública y sanar las fracturas que aparecieron en las narrativas del cambio? Le quedan más de tres años para resolverlo, pero cuanto antes, mejor.
*Este artículo fue escrito y reporteado por Juan David López Morales y editado por Jeanneth Valdivieso. Natalia Duque, gestora de comunidad, activó el chat de WhatsApp con el grupo de jóvenes de Retoma para hacer las preguntas a los integrantes. María Paula Murcia y Sonia Muñoz, del equipo de análisis e impacto, analizaron y procesaron las respuestas.