El futuro del clima en Bogotá: islas de calor, desplazados y más desastres

Entrevista con la secretaria de ambiente, Carolina Urrutia.

Fecha: 2023-11-24

Por: Juan Manuel Florez

El futuro del clima en Bogotá: islas de calor, desplazados y más desastres

Entrevista con la secretaria de ambiente, Carolina Urrutia.

Por: JUAN MANUEL FLOREZ

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Bogotá es la segunda ciudad de Colombia con mayor riesgo por cambio climático, solo superada por San Andrés, según el último reporte del país ante Naciones Unidas. Está más expuesta a sufrir fenómenos extremos como sequías, inundaciones y derrumbes que las ciudades costeras o periféricas. Y también tiene una mayor probabilidad de desplazamientos asociados con esos desastres.

Durante los últimos cuatro años, la persona que ha estado al frente de la gestión de ese riesgo ha sido la secretaria de ambiente, Carolina Urrutia, magíster en políticas públicas de la universidad de Harvard y con más de veinte años de experiencia en el campo ambiental. Mutante la entrevistó, al cierre de su periodo en la alcaldía, sobre cómo se prepara la ciudad para enfrentar la crisis climática y sobre las carencias que tiene el Estado para responder a fenómenos como el desplazamiento ambiental. Su lectura del problema evita caer en pronósticos apocalípticos, pero advierte sobre el futuro de una ciudad con focos de calor y una mayor recurrencia de desastres naturales que obligan a una nueva planeación urbana.

M: Juan Manuel Flórez (Mutante)

C: Carolina Urrutia (Secretaria de ambiente)

M: ¿Cómo se entiende que Bogotá sea la segunda ciudad con más riesgo por cambio climático en Colombia?

C: Lo primero que hay que saber es que el riesgo es una fórmula técnica: amenaza por vulnerabilidad. ¿Qué hace particularmente vulnerable a Bogotá? Que aquí vivimos ocho millones de personas. En ningún otro lugar del país hay una concentración tan grande de gente. A esto se suma que estamos en laderas y tenemos mucha agua, esa combinación sube mucho el riesgo. Somos extremadamente afortunados porque tenemos el sistema de páramos más grande del mundo, que es el que nos provee de agua, pero el cambio climático también afectará de manera desmedida a los páramos por el aumento de temperatura. También aporta al riesgo que el 30 % de Bogotá es autoconstruida.

M: Esta administración hizo unas proyecciones ambientales a 2040 que pronostican mayores lluvias y sequías, ¿cómo será el futuro del clima en la ciudad?

C: Siempre hablo de esto porque la gente a veces se imagina el cambio climático como una película de Will Smith, con un platillo volador y la nieve que se toma el río Bogotá. Y no es así. Es más bien como si tuviéramos una consola de DJ que va a subir y a bajar el volumen a fenómenos que ya sabemos que pueden pasar: inundaciones, encharcamientos, movimientos en masa de laderas. Lo que sí puede ser nuevo en Bogotá serán las islas de calor.

M: ¿Qué son las islas de calor y cómo afectarán a la capital?

C: Es lo que sucede cuando tienes una zona muy densamente construida y poblada con pocas áreas verdes. La vegetación ayuda a disminuir la temperatura, por la sombra y porque evita que el asfalto refleje el sol. Las islas de calor son la combinación de muchos edificios, mucho cemento, muchas vías y falta de árboles. Hace que puedas tener una sensación de incremento de la temperatura hasta de tres grados.

M: ¿Cuáles serán las zonas más afectadas por las islas de calor o por más lluvias?

C: En el occidente, que es la zona más seca de la ciudad, va a llover hasta 35 % más. En los cerros orientales y el Sumapaz va a bajar la lluvia hasta un 15 %. Y en zonas muy urbanizadas como Kennedy habrá fenómenos de islas de calor. Es un fenómeno que hay que analizar casi cuadra por cuadra: con que haya tres cuadras sin un espacio verde basta para que suba la temperatura.

Lo estamos mitigando con varios instrumentos, como la ampliación de la estructura ecológica principal, la creación de bosques urbanos y con la posibilidad de desendurecer el suelo para sembrar mini bosques que bajen la temperatura. Pero no es fácil comprar vivienda para hacer jardinería y es un proceso que también moverá a la gente. Se ha hecho un esfuerzo en los últimos años para dejar un marco legal que lo permita. 

M: ¿Qué efectos tendrán estos cambios del clima en las vidas de las personas?

C: Las islas de calor afectan la salud de las personas mayores y los niños. Lo estamos viendo en los veranos europeos: personas que van a la tienda y se desmayan en el camino. En las personas mayores se puede sumar a otros cuadros de vulnerabilidad. En el caso de Bogotá, es una ciudad en la que no estamos acostumbrados a usar bloqueador o un sombrero, porque somos paramunos. Tendremos que acostumbrarnos a un clima diferente. En el occidente, que ahora es la zona más seca de la ciudad, vamos a tener que ocupar el territorio de manera distinta para acostumbrarnos al agua que viene, mejorar el alcantarillado y tener mejores sistemas pluviales.

M: ¿La reducción de lluvias puede traer el riesgo de escasez de agua? 

C: No habrá escasez. Lo que pasa es que en Bogotá tenemos tanta agua que no estamos acostumbrados a cuidarla. Sobre todo fuera del tubo: en ríos, quebradas. La gente cuida más la que sale de la llave porque se la cobran. Los cambios en los patrones de lluvia nos obligarán a planear nuestro uso del agua de manera mucho más efectiva. Por ejemplo, crear sistemas de riego en el Sumapaz y zonas rurales, como lo hacen en regiones en las que hay mayor escasez. El abrebocas de eso será el fenómeno de El Niño del próximo año.

M: ¿Qué medidas se deben tomar ya para cuidar los ecosistemas de Bogotá que pueden mitigar el cambio climático? 

C: Lo más importante es frenar los procesos de deforestación en el resto del país. Los páramos no son fábricas de agua, lo que hacen es captar la que viene de los grandes ecosistemas ribereños de América Latina. Y también de los bosques secos tropicales y lo que pasa en el norte del país. Los sistemas se alimentan unos a otros. La segunda acción más importante es restaurar y dejar de echarles basura a los humedales, que son ecosistemas que absorben agua y pueden ser muy importantes para evitar las islas de calor. Además, son súper capturadores de carbono. Y lo tercero es que desafortunadamente, por la misma abundancia de agua, nos ha dado por darles la espalda a las quebradas, los ríos, por entubarlos y verlos como alcantarillas. Debemos acabar de construir el sistema de tratamiento de aguas residuales.

M: Esos fenómenos extremos del clima están desplazando personas. Cada vez ocurrirá más, según el Banco Mundial. ¿Qué medidas se están tomando para responder al desplazamiento climático?

C: En Bogotá tenemos el Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (Idiger) y la Caja de la Vivienda Popular. El Idiger es el que declara una zona como de riesgo no mitigable y la Caja de Vivienda hace los reasentamientos. Tenemos alrededor de 13.000 procesos finalizados de reasentamiento por temas de riesgo desde 1996. 

M: ¿Hay un registro de cuántas de esas personas pueden considerarse desplazados o migrantes por efecto del Cambio Climático?

C: En términos generales, a la gente le cuesta mucho auto reportarse como afectada por el clima. Usualmente las mismas personas asocian su desplazamiento con la pobreza, o por la ubicación de su vivienda en una ladera. Es difícil que alguien diga: a mí lo que me trajo aquí es el cambio climático. Ese es uno de los grandes retos para hablar de migración climática en Colombia. El otro es que no hay ninguna definición legal, solo un proyecto de ley en el Congreso. 

M: Aunque en Colombia no existe el concepto “desplazado climático”, ¿en Bogotá hay alguna forma de identificar a estas personas?

C: La pregunta que yo te haría desde la política pública sería: ¿para qué? ¿Para qué quisiéramos gastarnos recursos en desarrollar una definición específica para Bogotá? Y la respuesta es que no es urgente. No sobra, siempre es mejor tenerla, ¿pero atenderías de manera diferente si un desplazado llega a la ciudad por el clima o por temas económicos o por violencia política? Lo que hacemos las ciudades es atender. Yo sí creo que el DANE debería estar trabajando en algún mecanismo para identificar a los migrantes climáticos. Sobre todo para tener, en el marco del Sistema Nacional del Cambio Climático, cómo prever posibles fenómenos de desplazamiento y solucionarlos vía adaptación desde los territorios de origen. 

M: ¿Cuál es la prioridad entonces, si no es definirlos como desplazados climáticos?

C: En este momento lo que tenemos que garantizar a través del sistema de participaciones es financiar más salud, educación y vivienda en las ciudades. Sabemos que Bogotá y otras ciudades como Medellín, Cartagena o Barranquilla, van a recibir  más migrantes climáticos en los próximos 50 años. Si eso se compara con los esfuerzos para atender a los desplazados por la violencia, aún no lo sabemos.

M: ¿Cómo tendrán en cuenta en esa preparación a las personas en zonas de riesgo que reivindican su derecho a permanecer en sus territorios, y exigen medidas de mitigación y no reasentamientos? Un ejemplo es la comunidad de Alto Fucha en Bogotá.

C: He conversado con estas comunidades muchas veces. Ellos tienen el argumento de que la autoadaptación y sus procesos de mitigación del riesgo deben ser valorados. Piden que se revalúe la declaratoria de riesgo en sus barrios. Yo creo que eso se debería hacer, pero con el marco legal existente no se puede. En general, en el Estado colombiano tomar riesgos con ese tipo de cosas es acabar en la cárcel. Si como autoridad de riesgo tú dices: ‘Les quito la declaratoria de zona de riesgo no mitigable’, y luego viene una avalancha torrencial y muere gente, la culpa es tuya. En este momento las normas están construidas para la certidumbre y las respuestas frente al cambio climático muchas veces no serán tan seguras. Tenemos que convertirnos en un Estado capaz de reaccionar a lo desconocido. ¿Somos capaces de innovar y tomar riesgos para adaptarnos? ¿Quién le va a dar la tranquilidad al funcionario que firma en esos procesos?

M: ¿Qué tan conectada está la futura alcaldía de Carlos Fernando Galán con la agenda de cambio climático?

C: Yo no estuve metida en el proceso electoral. Leí los documentos del alcalde electo y son buenos. Y, sobre todo, nos mandó un equipo de empalme muy bueno, liderado por Julia Miranda, que sabe mucho de estos temas y ha sido muy receptiva para escuchar lo que hemos hecho y consideramos que falta hacer. En general, este no ha sido un tema prioritario para el ahora alcalde, nadie habló mucho de ambiente en las elecciones. Los temas ambientales están llenos de conflicto y de conversaciones difíciles.

M: ¿Cuáles son las conversaciones más difíciles que debería tener Bogotá sobre el tema ambiental?

C: Por ejemplo, en Bogotá hay que talar. El año entrante vamos a sentir la variabilidad del cambio climático en los cerros orientales. La posibilidad de que haya incendios forestales allí es altísima porque nunca se hizo una restauración planeada y tenemos muchas especies de árboles exóticos pirogénicos, a los que les gusta el fuego. A principios de siglo se pusieron de moda los pinos cipreses, los eucaliptos. Hay que cambiar esos árboles y eso no es popular porque se hace talando. Otro tema: ¿Qué va a pasar con los carros particulares? ¿Qué va a pasar con las motos en una ciudad que tiene el primer concejal motero que tiene más votos que un senador? Esas discusiones no son electoralmente populares, pero debemos tenerlas.