Cosecha en riesgo: así se adaptan los agricultores a la crisis climática
El calor, los incendios y la lluvia no solo afectan la economía de campesinos en todo el país, sino que también ponen en riesgo el cultivo de alimentos. En la Orinoquía, una región central para la producción de agua para la capital, comunidades ya se adaptan y resisten a la crisis climática a través de la tecnología y mejores prácticas de agricultura.
Fecha: 2024-10-11
Por: Natalia Duque Vergara
Ilustración: Wil Huertas (@uuily)
Cosecha en riesgo: así se adaptan los agricultores a la crisis climática
El calor, los incendios y la lluvia no solo afectan la economía de campesinos en todo el país, sino que también ponen en riesgo el cultivo de alimentos. En la Orinoquía, una región central para la producción de agua para la capital, comunidades ya se adaptan y resisten a la crisis climática a través de la tecnología y mejores prácticas de agricultura.
Fecha: 2024-10-11
Por: NATALIA DUQUE VERGARA
Ilustración: Wil Huertas (@uuily)
Fabián Azabache nació y se crió en Puerto Carreño, Vichada, un municipio que limita con el imponente río Orinoco, frontera natural con Venezuela. Vive en la vereda La Libertad, la más grande de Puerto Carreño, en una finca de 499 hectáreas llamada ‘La Bendición’.
Allí tiene colmenas, cultivos de caña de azúcar, maíz, algunos alimentos de pancoger, 25 vacas y unos pocos cerdos y gallinas. “Todo lo necesario para que funcione una finca”, dice. Sin embargo, su cultivo estrella es el marañón, un árbol robusto de unos tres metros de altura que cubre al menos veinte hectáreas de su predio.
Cuando cumple tres años empieza a dar sus frutos o “flores”, como las llama Azabache, de color verde, amarillo y rojo, dependiendo de su maduración. En el interior de los frutos se asoma una nuez café con forma de medialuna. Esta “almendra” es la que se comercializa por kilos para ser consumida como fruto seco en las ciudades o procesada para extraer su aceite, reconocido por sus propiedades beneficiosas para la memoria.
Azabache empezó a sembrar marañón hace cuatro años por sugerencia de su hija, que estudió ingeniería forestal. Comenzó con diez hectáreas y, desde entonces, ha ido sembrando unas cuantas más cada año hasta completar las veinte que tiene hoy. Aunque no es común escuchar hablar de este tipo de cultivo, tener marañones en el departamento es de lo más común. El Vichada es considerado como una despensa de este fruto, según la Agencia de Desarrollo Rural.
“Es el nuevo petróleo”, dice Carlos Suescún, investigador del grupo Conflicto, Región y Sociedades Rurales de la Universidad Javeriana. Se trata de un cultivo “prospectivo”, es decir, un producto a través del cual se explora la posibilidad de bonanza a nivel internacional.
Pero el marañón, a diferencia del petróleo, sí se ve afectado por el clima. Los habitantes de la región de la Orinoquía, como Azabache, organizan su trabajo de campo, según los ciclos del invierno y del verano cada año. El primero dura nueve meses, desde marzo hasta noviembre, mientras que el segundo dura tres meses, desde diciembre hasta febrero, aproximadamente.
Existe una relación física y química entre las condiciones climáticas y la agricultura, pues la producción de alimentos está sujeta a condiciones físicas como el clima. Los calendarios de siembra tienen en cuenta los ciclos climáticos, por eso en ciertas épocas del año se cultiva y en otras no. Sin embargo, últimamente planear según el calendario no ha sido una tarea fácil.
“Hoy en día uno no sabe si realmente hay invierno. Llega demasiado invierno en temporada donde es seco. Y poco a poco, como que se ha ido desordenando el clima”
“Para nadie es un secreto que los tiempos están cambiando… Hoy en día uno no sabe si realmente hay invierno. Llega demasiado invierno en temporada donde es seco. Y poco a poco, como que se ha ido desordenando el clima”, dice Azabache. En enero de este año pasó “algo que nunca había pasado”: los cultivos, que estaban esperando una temporada seca, quedaron bajo el agua y se perdió gran parte de la cosecha, porque el agua tumba la flor. “Yo creo que todo el mundo perdió con esas lluvias”, recuerda.
Y no solo la humedad, sino también las altas temperaturas, han sido un problema, pues en los últimos meses han quemado la cosecha. “El año pasado cogí 500 kilos pero este año cogí 117 kilos nada más de pepa y fue por el sol”, asegura.
Alimentos en riesgo
La pérdida de cosechas debido al calor o a las lluvias no ha ocurrido solamente en la Orinoquía. La Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres informó que 45.000 hectáreas se quemaron en departamentos como Huila, Cundinamarca, Nariño, Cauca, Valle del Cauca y Tolima.
Los agricultores de esos departamentos reportaron en redes sociales la sequía que afectó a sus cultivos de café, mora y lulo. “La verdad las temperaturas están muy altas. Estamos rogando al Señor que llueva porque estos cultivos se están acabando”, dijo un campesino del Huila mientras grababa un video de su cultivo de lulo en septiembre.
“Es urgente abordar los impactos del cambio climático en la agricultura para garantizar la seguridad alimentaria y la estabilidad social en el país”, afirma Nelson Lozano, coordinador Sostenibilidad Ambiental y Cambio Climático del Ministerio de Agricultura. De hecho, el año pasado, la Ministra de esta cartera, Susana Muhammad, ya había alertado que la yuca, el arroz, el plátano, la papa, la caña, el maíz y el frijol serían alimentos en riesgo.
Para esto el Ministerio tiene un proyecto llamado Colombia Agroalimentaria Sostenible para “fortalecer la gestión del riesgo climático, al tiempo que se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero”. Esto se buscaría hacer a través de tres componentes: “agricultura digital”, mejoramiento genético y prácticas de innovación para los negocios.
El proyecto se implementa en 219 municipios de 22 departamentos que se tendrían afectaciones en su “idoneidad climática” para el 2050. Los departamentos son Antioquia, Arauca, Boyacá, Caldas, Caquetá, Casanare, Cauca, Cesar, Córdoba, Cundinamarca, Guajira, Huila, Magdalena, Meta, Nariño, Norte de Santander, Quindío, Risaralda, Santander, Sucre, Tolima, Valle del Cauca”.
Sin embargo, esta iniciativa enfoca su atención en quienes cultivan productos de “carácter prospectivo”, como el arroz, caña de azúcar, caña panelera, café, maíz, papa, ganadería, musáceas (bananos). Llama la atención que el marañón que cosecha Fabián Azabache, aunque se considera un cultivo prospectivo, no esté contemplado en este proyecto.
Otras formas de hablar con el clima
Por ahora, las comunidades que tienen cultivos distintos a los priorizados por el plan del Gobierno han implementado prácticas para mitigar y hacer frente a la crisis climática. Algunas de ellas son tácticas de riego para que el agua llegue directo a la raíz, el uso de la polisombra para proteger las plantas de las temperaturas o el recubrimiento con más hojas para guardar la humedad son algunas de ellas.
Otros, como Juan Carlos Correa, quien tiene un cultivo de diez hectáreas de marañón, están implementando instrumentos tecnológicos que no han usado antes.
Desde hace dos años, todos los días, cuando ya el sol ya ha salido por completo, Correa va al lugar de su finca, cerca de la casa, donde tiene ubicado un pluviómetro y un termohigrómetro. Correa mide la cantidad de lluvia, así como la temperatura más baja y más alta de las últimas 24 horas. “Al principio fueron como muy técnicos los ejercicios, pero ya las personas y uno mismo le empieza a coger el cariño y a digamos a entender un poco más realmente el tema de la información y los datos”, dice.
Toma los datos, los registra en una tabla de Excel, y luego reinicia el dispositivo para que guarde la información de las próximas 24 horas. Luego envía el registro a un grupo de WhatsApp llamado Guardianes del Clima, del que forman parte al menos sesenta agricultores de nueve municipios en Meta y Vichada que monitorean la humedad y la temperatura en sus fincas todos los días.
Leonel murillo es otro de los Guardianes del Clima.
Esta iniciativa surgió del proyecto Territorios Verdes Climáticamente Inteligentes, implementado por la ONG Fondo Acción, a petición del Ministerio de Agricultura y de la Dirección Nacional de Planeación durante el segundo gobierno de Juan Manuel Santos. Su objetivo era “implementar prácticas que mitiguen y se adapten a los efectos del cambio climático… garantizando que las comunidades agrícolas puedan prosperar frente a condiciones climáticas adversas y fluctuaciones del mercado”, dice Lozano.
Además de estar conectados por vía telefónica, los Guardianes se reúnen cada mes en las Mesas Técnicas Agroclimáticas, un espacio virtual en el que participan campesinos de todas las regiones del país, junto a ONG’s y entidades del Estado como el Ideam, que les comparte el informe meteorológico del mes.
Además de Correa, Mutante conversó con otros tres integrantes de Guardianes del Clima, dos en Vichada y dos en Meta. Las familias que forman parte de este proyecto han recibido formación y herramientas como pluviómetros, gracias a los recursos de la cooperación internacional. Todos ellos confirman la importancia que han tenido estas herramientas para mejorar su lectura del clima y así tomar decisiones más certeras con respecto a sus cultivos.
Por ejemplo, Correa notó que en agosto, en su predio de más de mil hectáreas, en Puerto Carreño , había llovido la mitad del promedio histórico. “Si ve uno que hay menores lluvias, es mejor abstenerse. Si uno ve que en septiembre hay lluvias, como lo normal, entonces uno dice que no hay inconveniente”. Ahora, justamente, está evaluando el comportamiento del clima para definir cuándo sería más adecuado sembrar otras diez hectáreas de marañón.
Aunque el proyecto ha sido exitoso, existe un problema: solo dispone de recursos para seguir funcionando durante un año más. Según los dinamizadores, aún hacen falta instalar capacidades para procesar la información, así que después, aunque los agricultores conserven las herramientas, no se podrían hacer las lecturas meteorológicas que semanalmente se envían al chat y que requieren de conocimientos más especializados.
La falta de sostenibilidad de este tipo de iniciativas plantea una pregunta adicional en el centro del debate. Según Itayosara Rojas, investigadora de temas agrarios y ambientales, hay una relación “virtual” en las prácticas de adaptación al cambio climático para los campesinos que pueden quedar excluidos: “¿Quién puede acceder a esta tecnología?”.
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