Petro rompe relaciones con Israel: el juicio por genocidio no es solo jurídico, también es político
La respuesta de Israel al ataque de Hamás ha dejado un saldo de más de 34.500 personas asesinadas en Gaza y una acusación por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia. Mutante recopiló los argumentos a favor y en contra de la acusación y analizó la conversación en Twitter alrededor de la palabra genocidio para contrastar cómo se usa el concepto en la arena jurídica y en la política.
Fecha: 2024-05-03
Por: María Paula Murcia Huertas con el apoyo de Interpreta y Las Lupas
Ilustración: Wil Huertas
Fecha: 2024-05-03
Petro rompe relaciones con Israel: el juicio por genocidio no es solo jurídico, también es político
La respuesta de Israel al ataque de Hamás ha dejado un saldo de más de 34.500 personas asesinadas en Gaza y una acusación por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia. Mutante recopiló los argumentos a favor y en contra de la acusación y analizó la conversación en Twitter alrededor de la palabra genocidio para contrastar cómo se usa el concepto en la arena jurídica y en la política.
Por: MARÍA PAULA MURCIA HUERTAS CON EL APOYO DE INTERPRETA Y LAS LUPAS
Ilustración: Wil Huertas
El presidente Gustavo Petro anunció la ruptura de relaciones diplomáticas de Colombia con Israel por “tener un gobierno y un presidente genocida” durante la marcha del 1 de mayo en conmemoración del Día del Trabajo. No es la primera vez que lo dice, pues solo entre el 7 y el 31 de octubre, Petro utilizó 4 veces la palabra genocidio en sus tuits para referirse a los ataques de Israel a Gaza (que suman más de 34.500 asesinados). Ya en ese entonces, el presidente amenazaba con romper relaciones con este país por los mismos motivos. Además de trinar, el 6 de marzo también nombró embajadores para apoyar la demanda contra Israel por genocidio en la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
El juicio en la CIJ puede tardar años, pero estos pronunciamientos, acusaciones y la decisión de romper relaciones con Israel se enmarcan dentro de un intenso debate global, que no sólo es jurídico, sino también político, y que avanza paralelo en la discusión pública. ¿Qué significa un genocidio? ¿Cómo se construye ese significado? ¿Cómo nos relacionamos en Colombia con este concepto y con la masacre que ocurre en Gaza? ¿Qué consecuencias tiene el utilizar o no el término?
La tipificación del genocidio
Luego del Holocausto, el genocidio se tipificó como delito en 1948 a través de la Convención para la prevención y sanción del delito de genocidio. La Convención lo define así: “se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal:
a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo”.
Es una definición “estrecha” porque supone una diferencia con otros crímenes, que es la intención de destruir a los miembros de un grupo por ser parte de este grupo y eso es muy difícil de comprobar, dice Adil Haque, profesor de Derecho Internacional en la Universidad Rutgers e investigador del derecho internacional de los conflictos armados, en esta entrevista con Slate. Carlos Hernández, periodista y magíster en Estudios Globales de la Universidad de Leipzig y la Universidad de Viena que se ha enfocado en estudiar las relaciones entre América Latina y Oriente Medio, también la describe así: “La Convención de 1948 ya de por sí es muy angosta, con criterios pensados para que los mismos estados firmantes no fueran acusados de genocidio en el marco de sus empresas coloniales”. Se crea en medio de un contexto de colonialismo europeo en curso en África.
El resultado de esta estrechez es que obliga a la doble prueba: por un lado, exige demostrar los actos que constituyen el genocidio, y por el otro lado, requiere comprobar la intención de cometerlos con el fin de exterminar a los miembros de un grupo, por hacer parte de ese grupo. “Probar el genocidio en derecho internacional es dificilísimo porque probar el elemento mental, el de la intención, es muy difícil”, explica Juan José Quintana Aranguren, embajador plenipotenciario ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya y agente en la intervención de Colombia en favor de Sudáfrica por la demanda contra Israel por genocidio. Sin embargo, agrega después: “Aunque yo diría que aquí las declaraciones de las autoridades israelíes nos están ayudando mucho”
El elemento mental
Tras el ataque de Hamás el 7 de octubre, varios funcionarios de alto nivel en el gobierno israelí han hecho declaraciones violentas y deshumanizantes contra Hamás e incluso contra la población palestina en general. Estas han sido utilizadas por académicos, organizaciones de derechos humanos y por Sudáfrica en su caso ante la CIJ como argumento para probar la intención de genocidio. Entre las más citadas están:
“He ordenado un cerco completo de la Franja de Gaza. No habrá electricidad, comida, combustible, todo está cerrado. Estamos combatiendo a animales humanos y actuamos acorde a eso”. Yoav Gallant, Ministro de Defensa, el 9 de octubre de 2023. https://www.youtube.com/watch?v=ZbPdR3E4hCk
“Es toda una nación la que es responsable. Esta retórica de que los civiles no estaban al tanto, no están involucrados, es absolutamente falsa. Pudieron haberse alzado, pudieron haber peleado contra ese régimen malvado”. Isaac Herzog, Presidente, 13 de octubre de 2023. https://twitter.com/Sprinter99800/status/1713064886027063584
“Nos estamos enfrentando a monstruos que mataron niños en frente de sus padres y a padres en frente de sus hijos, que violaron y decapitaron mujeres, que quemaron bebés vivos, que tomaron bebés de rehenes. Esta es una batalla, no solo de Israel contra estos bárbaros, sino una batalla de la civilización contra la barbarie”. Benjamin Netanyahu, Primer Ministro, 24 de diciembre de 2023. https://www.gov.il/en/pages/christmas-message-from-pm-netanyahu-24-dec-2023
“Debes recordar lo que Amalec te ha hecho, dice la Biblia”. Benjamin Netanyahu, Primer Ministro, 28 de octubre de 2023. https://twitter.com/mtracey/status/1718360354764238929?s=20
(Esta declaración hace referencia al relato bíblico de Amalec, que aparece en el libro de Samuel, del Antiguo Testamento: “2 Así ha dicho el Señor de los ejércitos: ‘Voy a castigar a Amalec por el mal que les hizo a los israelitas cuando los atacó al salir de Egipto, y les impidió que siguieran su camino.
3 Así que ve y mata a los amalecitas; destruye todo lo que tienen. No les tengas compasión a sus hombres ni a sus mujeres, y ni siquiera a sus niños de pecho; ni a sus vacas, ovejas, camellos y asnos’”. )
Durante su intervención ante la Corte, Sudáfrica sostuvo que, además de la gravedad de proferir estas declaraciones, sus mensajes han calado en el Ejército israelí, que ha actuado con sevicia.
En su respuesta, Israel contraargumentó que estos pronunciamientos eran “citas aleatorias que no están en conformidad con la política gubernamental”. Académicos como Yuval Shany, decano de derecho internacional de la Universidad Hebrea de Jerusalén, también le han restado importancia a la virulencia de estos mensajes. En entrevista con PBS, calificó estas declaraciones, presentadas por Sudáfrica, como evidencia circunstancial. Explicó también, refiriéndose específicamente al mensaje de Netanyahu que equipara a Hamás con Amalec, que “en el contexto israelí, así es como se refieren a sus enemigos mortales. Y usan una referencia bíblica para hacerlo más robusto y para que suene más llamativo a su base”. Después añadió que estos pronunciamientos son un “ruido de fondo que es molesto y, de hecho, en cierto nivel, hasta peligroso, pero que no es la fuerza movilizadora de esta historia”.
Sin embargo, la recurrencia y persistencia de este tipo de mensajes —esta base de datos recoge más de 500 declaraciones que califican como “instancias de incitamiento israelí al genocidio”— han sido utilizados en las respuestas de académicos muy vocales sobre este tema como Raz Segal, profesor israelí-estadounidense de estudios del genocidio y el Holocausto en la Universidad de Stockton, para anular el argumento de la contraparte que sostiene que estos mensajes no son representativos de las intenciones de Israel o de sus políticas de estado.
El elemento físico
Francesca Albanese, relatora especial sobre la situación de los derechos humanos en los Territorios Ocupados Palestinos desde 1967, publicó el 25 de marzo un informe titulado “Anatomía de un genocidio”, en el que concluye que tres de los cinco criterios físicos del genocidio han sido cometidos por Israel contra la población palestina en Gaza: Matanza de miembros del grupo, lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo, sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial.
Según el informe, entre el 7 de octubre y la fecha de su publicación, Israel había asesinado a más de 30,000 personas en Gaza, 70% de las cuales eran mujeres y niños, y más de 12,000 habían sido reportadas como desaparecidas. Además, afirma que la población palestina en Gaza ha sido sometida a daños físicos y psicológicos profundos, a detenciones arbitrarias, torturas, hambre, y a sobrellevar procedimientos médicos peligrosos y dolorosos sin medicamentos, por cuenta de la escasez de estos en el territorio. Finalmente, hace un recuento de todos los daños materiales que Israel ha causado en Gaza, que hacen a este territorio invivible: “Gaza ha sido completamente saqueado. Los insistentes ataques de Israel a todos los medios de supervivencia básica ha comprometido la habilidad de los palestinos en Gaza para vivir en esa tierra”.
Los números de personas muertas y heridas en Gaza que reporta el informe no han ocurrido únicamente en hechos recientes ni son información nueva: “en las semanas iniciales, las fuerzas israelíes mataron a 250 personas diariamente”, reporta Albanese. Ante el cuestionamiento en noviembre pasado por estas cifras alarmantes, Benjamin Netanyahu, Primer Ministro de Israel, le respondió a NBC News que la responsabilidad de los asesinatos masivos era de Hamás porque usaban a la población civil como “escudos humanos” y sus muertes eran “daños colaterales en su esfuerzo deliberado por apuntar a los terroristas”.
En su defensa ante la Corte Internacional de Justicia, tras las acusaciones de Sudáfrica, que también ponen de presente datos similares a los del informe de Albanese, el equipo jurídico de Israel retomó los argumentos expuestos por Netanyahu en noviembre y además hizo hincapié en que las acciones militares israelíes han ocurrido en el marco de su derecho a la legítima defensa. La cuestión de la proporcionalidad en su respuesta aún está en entredicho.
Más allá de lo jurídico: lo político
Aunque la CIJ debe analizar los argumentos ofrecidos por Sudáfrica para comprobar el crimen de genocidio, la arena jurídica no es la única en la que este concepto importa. En la discusión pública, y su respectiva materialización en el uso cotidiano del lenguaje, la palabra genocidio y la atribución de este crimen a Israel también está en una abierta e intensa disputa política.
Genocidio, además de ser el crimen tipificado como expusimos al principio de este texto, carga sobre sí una condena moral. El periódico The Times of Israel lo llama el “crimen de crímenes”, las Naciones Unidas lo ha llamado “el más atroz de los crímenes”, Juan José Quintana lo describe como “lo peor que se ha inventado la humanidad”. Esa es una de las razones, explica este abogado, por las cuales Sudáfrica eligió el crimen de genocidio para acusar a Israel. Aunque en el derecho internacional humanitario sea igualmente grave ser acusado de genocidio, de crímenes de guerra o de limpieza étnica, “genocidio pega más duro que el crimen de guerra”, dice Quintana.
La carga simbólica de una palabra como genocidio es un lastre para quien es acusado de ello. Por esto en países como Alemania, que aún carga con el peso de haber perpetrado el Holocausto contra los judíos, calificar de genocidio a las acciones de Israel —un Estado construido por los sobrevivientes de ese horror— es moralmente reprochable. También por eso Estados Unidos ha sido muy cauto al posicionarse en este conflicto, y ante las acusaciones de genocidio a su aliado militar y político, el Secretario de Defensa estadounidense Austin Lloyd afirmó en una audiencia en el Congreso el pasado 9 de abril que “no hay evidencia” de que ese crimen esté ocurriendo.
Al ser un símbolo tan cargado moral y emocionalmente, que además se mueve entre dos polos —Israel y Palestina—, su uso se ha convertido en marca identitaria y arma política. Los resultados de un sondeo de The Economist y YouGov en Estados Unidos en enero lo demuestran: A la pregunta “¿Cree que Israel está cometiendo un genocidio contra civiles palestinos?” el 57% de los republicanos responde que no, mientras que el 49% de los demócratas responde que sí. El 62% de quienes se consideran de ideología conservadora responde que no y el 60% de quienes se consideran de ideología liberal responde que sí.
No existen sondeos similares en Colombia, pero en Mutante tuvimos acceso, a través de Brandwatch, a los datos de la conversación pública que ha ocurrido en Twitter Colombia alrededor de la palabra genocidio entre el 7 de octubre y el 11 de abril, gracias al apoyo de Interpreta y Las Lupas, un laboratorio de investigación digital del Inspiratorio. Elegimos dos momentos en esa línea de tiempo, en los que la conversación fue más intensa, para analizar cómo fue usado y construido el concepto en el país, antes de que el presidente Petro rompiera relaciones con Israel.
La primera franja de conversación que analizamos ocurrió en la semana del 14 al 20 de octubre, en gran medida alrededor de un tuit del presidente Gustavo Petro en el que dice: “Si hay que suspender relaciones exteriores con Israel las suspendemos. No apoyamos genocidios”. Fue la primera vez que el presidente amenazó con una posible ruptura diplomática con ese Estado y ocurrió apenas ocho días después del ataque de Hamás, tras haber omitido pronunciarse en contra de este ataque. El tuit fue la respuesta a una citación del Estado israelí a la embajadora colombiana en Israel, Margarita Manjarrez, “para una conversación de reprimenda, tras las declaraciones hostiles y antisemitas del presidente de Colombia”, según explicó en un tuit Lior Haiat, del Ministerio de Asuntos Internacionales de Israel.
La conversación que suscitó este tuit, en medio del contexto de las primeras semanas de la respuesta israelí en Gaza tras el ataque de Hamás, revela un alto grado de polarización e ideologización del concepto. Entre los tuits descargados, aparece 105 veces la palabra “derecha” y 31 veces la palabra “izquierda”. Ambos términos están asociados a la interpretación de los hechos que hacen personas que públicamente se han reconocido de izquierda o de derecha. Como en este caso Petro fue quien activó en mayor medida la conversación, él es una de las figuras alrededor de la cual esta se consolidó, trasladando el foco de lo Israel y Palestina a contra-Petro o a-favor-de-Petro.
En este primer pico de conversación analizado hay una tendencia definida: el uso del concepto de genocidio es un arma de doble filo que se instrumentaliza dependiendo de la postura política de quien la esgrime. La atrocidad del concepto no es lo que está en disputa, pues todos los ejemplos acá citados —así como la tendencia predominante en la muestra general— están de acuerdo en que el genocidio es algo aterrador y quien lo comete debe ser sancionado. Lo que se disputa en los ejemplos es quién comete el genocidio, es decir, a quién se debe sancionar por haber cometido el crimen de los crímenes.
Es en este punto en donde la conversación digital traslada lo que ocurre en Gaza a los códigos ideológicos locales: apoyar a Israel, designar a Hamás como el de la intención genocida, o manifestarse en contra de la decisión de Petro de romper relaciones con Israel, se asocian con una ideología de derecha política. En el lado contrario, acusar a Israel de genocidio, o rechazar dogmáticamente cualquier crítica a los pronunciamientos de Petro en contra de Israel y a favor de Palestina, se asocia con una ideología de izquierda política.
El segundo pico de conversación que seleccionamos para contrastar con el primero,que fue activado por una figura política, ocurrió el 11 de enero y fue activado por una coyuntura jurídica: la intervención de Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia por su demanda contra Israel por genocidio.
Este nuevo momento de conversación intensa es particularmente interesante porque parte de la arena jurídica en la que se disputa la acusación de genocidio en el marco del derecho internacional. Sin embargo, en este campo, la argumentación de la intencionalidad del genocidio hecha por Sudáfrica se basa, a su vez, en la arena política, aduciendo los pronunciamientos acá replicados de las figuras de decisión israelíes como prueba de la intención.
Con este contexto coyuntural, la conversación en Twitter cambia. Los argumentos dejan de centrarse predominantemente en la izquierda o la derecha y de fijarse en la figura de Gustavo Petro como eje de la conversación y transforman ese eje en el hecho de coyuntura: la demanda de Sudáfrica. De esta manera, la arena política se arraiga a la discusión jurídica en curso y adopta sus códigos. Mientras que en el primer pico la palabra demanda aparece en apenas el 0.05% de los tuits y la palabra denuncia en el 1.1%, en este segundo pico aparecen 17.8% y 11% respectivamente. Por el otro lado, las palabras derecha e izquierda aparecen una sola vez cada una, lo que representa un 0.6% de los tuits.
Además de los códigos de lenguaje, la manera en la que están construidos los argumentos apela a una estructura de pensamiento que, si bien se afinca nuevamente en la polarización política —los ejemplos de condenar el pronunciamiento de la Cancillería colombiana a favor de Sudáfrica o aplaudir la intervención de este Estado ante la Corte son una muestra de ello—, la temperatura de la discusión cambia. Este pico de conversación tuvo menos interacciones e intervenciones en total e incluye mayoritariamente tuits noticiosos que se refieren a la intervención en la Corte, y en menor medida tuits de otros usuarios comentando los hechos (como los citados anteriormente). Aquellos que no vienen de medios de comunicación, tienen una tendencia hacia el apoyo de la demanda de Sudáfrica e incluso se refieren particularmente a la argumentación que esgrime el Estado para soportar su caso.
El análisis general de los dos momentos de conversación seleccionados, a la luz de los hechos ocurriendo en Gaza y la discusión global al respecto, permiten observar una retroalimentación de las dos grandes arenas mencionadas: lo político y lo jurídico se alimentan entre sí en la disputa por el concepto de genocidio y su condena. La relación estrecha entre las pruebas de carácter político para soportar la argumentación jurídica y la apropiación de lo jurídico por parte de lo político para transformar el discurso, son evidencia de la interrelación de las dos arenas que sugieren la necesidad de trascender las fronteras del derecho para pensarse la gravedad y las implicaciones de acusar y condenar por genocidio a un Estado.
Esto es especialmente relevante y paradójico cuando el acusado es Israel, cuya población fue víctima de la sevicia por la que se creó en primer lugar la Convención para la prevención y sanción del delito de genocidio. Sin embargo, las consecuencias no son solo jurídicas. Las consecuencias políticas de este caso —independientemente del fallo final— no serán solo para Israel. Como explicó José Quintana Aranguren, agente en la intervención de Colombia en favor de Sudáfrica, “si la Corte llegara a concluir que Israel sí viola la convención y sí comete genocidio, automáticamente los países que lo están ayudando son cómplices en ese genocidio. ¿Y qué país, qué democracia occidental puede vivir con una sentencia de la Corte Internacional que le dijo que es cómplice de un genocidio? Ninguna. Ni siquiera los Estados Unidos”.
Mientras la CIJ define si el caso presentado por Sudáfrica cumple con los elementos para comprobar que Israel está cometiendo un genocidio, o si los contraargumentos de Israel son convincentes, la discusión política seguirá acusando a quienes considera culpables y sacándole filo al concepto que cada vez más se configura como el peor de los horrores. La opinión pública seguirá contabilizando los costos políticos de no pronunciarse en contra de una tragedia que distitintos sectores y voceros parecen condenar cada vez más fervientemente como un genocidio. En ese contexto, también aumentan los réditos políticos de pronunciarse en contra de este.