Construir juntas: una alternativa contra el no futuro

Quibdó es la ciudad con mayor desempleo juvenil de Colombia. En medio de este contexto adverso, dos hermanas montaron un negocio de remodelación y acabado de casas, inspiradas en la filosofía Ubuntu. Su caso, y otras propuestas, muestran que el provenir del emprendimiento también puede ser colectivo.

Fecha: 2024-02-23

Por: Beatriz Valdés Correa

Ilustración: Wil Huertas Casallas @uuily

Construir juntas: una alternativa contra el no futuro

Quibdó es la ciudad con mayor desempleo juvenil de Colombia. En medio de este contexto adverso, dos hermanas montaron un negocio de remodelación y acabado de casas, inspiradas en la filosofía Ubuntu. Su caso, y otras propuestas, muestran que el provenir del emprendimiento también puede ser colectivo.

Fecha: 2024-02-23

Por: BEATRIZ VALDÉS CORREA

Ilustración: Wil Huertas Casallas @uuily

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Hace siete años, Deyanira Caicedo era mesera de una panadería en Quibdó (Chocó). Laboraba 11 horas diarias y recibía 24 mil pesos al final de cada jornada. Tenía 24 años, dos hijos y una historia de trabajo duro, pero siempre informal: en una casa de familia como empleada doméstica, como mesera en restaurantes o aseando obras civiles. Por eso, cuando su jefe en la panadería anunció que iba a remodelar, Deyanira se ofreció a pintar el negocio. Pensó que podría hacerlo, porque había visto a otros emplear la brocha o el rodillo en muchas ocasiones.

—Jefe, ¿a usted cómo le parece si yo me encargo de pintar? Usted me ayuda con algo, me da algo extra.

—¿Segura, Deyanira?

—Yo puedo hacerlo. Si queda mal, no me paga —dijo.

El jefe aceptó. El resultado, en sus palabras, fue “hermoso”. A partir de entonces, Deyanira alternó su trabajo como mesera, con labores de acabados de obra y remodelación, un área de la construcción en la que la mayoría de los empleados son hombres. Pero pintar o estucar, que era lo que estaba aprendiendo a hacer, dependía de que alguno de sus conocidos le pidiera ayuda y le pagara 30 o 40 mil pesos al finalizar el compromiso. Luego, en un momento dejaron de pagarle en la panadería y un cliente le ofreció empleo en una obra que estaba desarrollando. “Entonces pensé que si ya la gente estaba conociendo y valorando lo que hacía, ¿por qué no me dedicaba a eso?”, cuenta. Para mejorar, veía videos en YouTube y observaba a otras personas.

“El primer trabajo que hice sola fue remodelar una casa vieja. Junto a un compañero que apenas sabía pintar nos pusimos a estucar, pintar, hicimos los clóset, un texturado con colores, masilla y graniplast. Cobré tan barato y quedó tan bien que las personas me pagaron más”, cuenta Deyanira.

Su hermana Gloria, dos años menor de ella, había regresado en 2021 de Bogotá, donde había trabajado en restaurantes y como vigilante. “La vi (a Deyanira) haciendo esas cosas y, como soy la hermana menor que quiere hacer lo que la hermana mayor hace, dije: tan chévere. Hasta que ella me dijo: ¿vos por qué no trabajás conmigo?”. Gloria quería terminar el bachillerato y conseguir un empleo que le permitiera también estar atenta a sus hijos. Entonces aceptó la propuesta y empezaron a trabajar juntas.

Esta hubiera sido otra iniciativa en la informalidad, de no ser porque una amiga de Gloria se acercó a su casa un día de marzo de 2023 para contarle que la Red Juvenil de Mujeres Chocoanas, una organización que desde hace diez años trabaja por la igualdad de derechos para las jóvenes de este territorio, había abierto cupos para estudiar carreras técnicas. Deyanira, que estaba visitando a su hermana en ese momento, no se interesó por el tema porque pensó que no tenía tiempo para estudiar. Pero Gloria sí. En los años anteriores, con tres hijos, había hecho un gran esfuerzo por terminar su bachillerato. Y quería más.

Cuando acudió a la Red, la recibió Heydiz Mena. Gloria llegó con la idea de emprender haciendo trenzas y peinados, una actividad con la que ganaba algo de dinero ocasionalmente. Pero esta idea la tenían ya muchas jóvenes quibdoseñas, entonces, cuando Gloria habló sobre los acabados que hacía con su hermana, Heydiz pensó que eso era lo que tenían que impulsar.

En 2022 la Red Juvenil había creado el Centro de Enlace para el Acceso al Mercado Laboral Juvenil Ubuntu, inspirado en esta filosofía sudafricana, impulsada por el clérigo Desmond Tutu y el expresidente y líder, Nelson Mandela, que propone que hay un vínculo entre todos los seres humanos que nos hace ser quienes somos. En Colombia se ha hecho popular por la vicepresidenta Francia Márquez, cuyo movimiento político lleva el nombre de una frase que define el Ubuntu: soy porque somos. Bajo ese concepto, la Red empezó a trabajar con jóvenes para que transformen su futuro y su comunidad, y para que su comunidad también los transforme a ellos. Esto, desde la búsqueda del sustento económico, ya sea a través del empleo o del emprendimiento.

Gloria llevó a Deyanira a la Red y ambas empezaron a recibir asesoría para formalizar su emprendimiento. Era un requisito, si querían ser contratadas por la misma  Red Juvenil, que necesitaba arreglar su sede y le propuso a las hermanas Caicedo que lo hicieran. Deyanira se acercó a la oficina de la Dian en Quibdó para tramitar, por primera vez, su Registro Único Tributario (RUT). Llegó tímida y sin saber qué hacer. Un funcionario le indicó el proceso y se acercó a un cubículo donde la atendió una mujer. “¿Usted a qué se dedica?”, le preguntó, y cuando Deyanira respondió, la funcionaria abrió los ojos con sorpresa. “¡¿Usted hace eso?!”. 

Con gran ilusión abrieron luego una cuenta de banco y definieron el nombre de la empresa: Creaciones Fénix. La bautizaron así porque desde pequeñas, las hermanas han tenido que luchar para superar dificultades, rechazos y humillaciones, como mujeres y como madres. Les han dicho que vuelvan a la cocina, a hacer oficio. En vez de eso, las hermanas Caicedo se están formando en asistencia administrativa. “Hemos muerto y hemos vuelto a renacer”, explica Deyanira.

Creaciones fenix, acabados en Quibdo
Foto: cortesía de Creaciones Fénix

Han recibido asesorías de la Cámara de Comercio de Chocó y en mayo esperan tener todos los documentos en regla, así como los diseños de la marca y uniformes para las trabajadoras, pues una de sus apuestas es seguir ayudando a otras jóvenes de su entorno:  el 34,8% están desempleados en Quibdó. La primera en ingresar a Creaciones Fénix fue Cindy Paola Murillo, una quibdoseña de 30 años que conocieron en la carrera técnica y les pidió unirse. Como aún está aprendiendo, realiza labores más pequeñas, como pintar esquinas y lugares a los que no llega el rodillo, estucar superficies pequeñas y lijar. 

Hasta el momento, han finalizado la obra blanca de más de 40 casas, y han hecho labores específicas en alrededor de 90 obras que llevaban otras personas. El trabajo ahora incluye estucados, pinturas, texturizados, cielos falsos, descolgados, enchapes, multimuebles y bibliotecas, y hasta  electricidad y plomería, aunque para estos últimos trabajan con otras personas expertas en el tema, indistintamente de si son mujeres u hombres.

Emprender en medio del desempleo y la violencia 

“En los últimos 30 años, gran parte de la población estuvo en condiciones de desplazamiento forzado y en condiciones de vulnerabilidad. Y lo peor, según el Dane, en los últimos cinco años tenemos efectivamente los índices más altos de desempleo, especialmente en la población juvenil. Entonces, es un panorama de no futuro”, dice Amir Chaverra Durán, quien monitorea el proyecto de la Red Juvenil de Mujeres Chocoanas y tiene más de 15 años de experiencia en educación en Quibdó. 

A esto se suma que el conflicto armado y la violencia urbana persisten y dejaron 170 jóvenes asesinados en 2023, mientras que al menos cuatro bandas delincuenciales continúan reclutando a cientos de adolescentes y jóvenes, especialmente hombres.

En cuanto a las mujeres, hay otros factores que las afectan. Según la medición de la Encuesta Jóvenes Resilientes, son precisamente las mujeres negras jóvenes, como Deyanira, Gloria y Cindy, las que están más precarizadas en el país, ya que adquieren responsabilidades de cuidado tempranamente y sufren discriminación laboral de género

Por eso, para la Red Juvenil de Mujeres Chocoanas, las soluciones no pueden ser individuales y, en el caso del emprendimiento, no puede responder al estereotipo de los emprendedores, tal y como aparecen en las imágenes de una búsqueda simple en Google: un hombre o una mujer blanca que utiliza tacones o saco y corbata, que se sitúa frente a un computador o un tablero en el que plasma sus ideas y planea, casi siempre en solitario. O también la visión de los genios de la tecnología que empezaron en un garaje en Silicon Valley y ahora son multimillonarios.

“La filosofía Ubuntu establece, uno, el carácter del sujeto individual: soy porque somos. Y dos, hago parte de una comunidad: somos porque soy, porque me debo a ella. Voy y vengo. Retorno a esto es a partir de las redes”, explica Amir. Esto quiere decir que emprender tiene que ver con una búsqueda individual y colectiva. 

Esta noción rompe con la que tiene una parte de la población. “La idea del emprendimiento que incentiva esta idea del héroe, del gestor de su propio proyecto, que con ánimo y con empeño podrá vencer todos los obstáculos, olvida que hay condiciones objetivas que dificultan ese trayecto. En esa narrativa épica, él o la trabajadora joven es la que termina echándose a su espalda todas las cargas (prestacionales y de impuestos), pero sin ninguna protección pública, sin una red de apoyo como la tuvieron los trabajadores antes”, explica Óscar Andrés López, docente de la Universidad Libre, abogado especialista en derecho del trabajo y doctor en antropología.

A pesar de esto, el 71% de las y los jóvenes colombianos ven en el emprendimiento una opción económica viable, según la encuesta Jóvenes Resilientes de la Universidad Javeriana y Usaid. Este alto porcentaje tiene que ver con el impulso de esta idea  a nivel global en los últimos años, pero según varios expertos, también con el discurso que  promovía el gobierno de Iván Duque sobre el emprendimiento, especialmente en el sector creativo y cultural: la llamada “economía naranja”.

Sin embargo, el entusiasmo contrasta con las cifras de la realidad del emprendimiento en Colombia: el 40% de los negocios dirigidos por personas naturales cierra antes de su primer año de funcionamiento, según la Confederación Colombiana de Cámaras de Comercio, y de acuerdo con el informe Colombia Tech Report 2022-2023 sobre el ecosistema de las startups (compañías que utilizan nuevas tecnologías y tienen alto potencial de crecimiento), “todavía existe una limitada cantidad de fondos de capital de riesgo y empresas de inversión dispuestas a invertir en empresas emergentes”. 

Para el 2023 había 1,6 millones de compañías, y la gran mayoría (98,3%) eran microempresas, según el DANE. Las cifras de esta misma entidad muestran que este gran número no es proporcional a la generación de empleo, pues las empresas grandes y medianas, que son el 0,4% del total, son las que generan más del 60% de los empleos formales en Colombia.

La alternativa: gremios, colectividad y cooperativismo

El camino solitario del emprendimiento, además de replicar la narrativa del éxito individual, también replica la del fracaso de la persona, sin tener en cuenta otras condiciones. Por ejemplo, durante varios momentos de sus vidas las hermanas Caicedo fueron lo que durante años el Estado y algunas mediciones internacionales han llamado “ninis”, es decir, jóvenes que ni estudian ni trabajan o hacen trabajos informales eventualmente. Un término que, según Juan Carlos Reyes, director de la Global Opportunity Youth Network – Goyn – (Red Global de Oportunidades para los Jóvenes) desconoce las condiciones desiguales de acceso a la educación, al trabajo y a los derechos y servicios más básicos.

En Goyn han reemplazado el término por “jóvenes con potencial”. “La realidad que nosotros vemos es que los que no estudian, no trabajan o se encuentran en empleos informales, se enfrentan a unas barreras específicas que los desconectan de sus trayectorias educativas y de las oportunidades para culminar su formación y conectarse, ya sea a través del empleo o la generación de ingresos a través del emprendimiento”, explica Reyes, quien fue director de Colombia Joven durante el segundo gobierno de Juan Manuel Santos. Ante esto, la solución tiene que ver con corregir los problemas que desconectan a los jóvenes, para que puedan “explorar todo su potencial”.

Reyes afirma que el primer paso es dar una conversación que incluya a todos los sectores: jóvenes, empresarios y gobierno. “En el sector de la construcción lo hicimos. Es uno de los sectores que genera más empleo, pero la participación de las mujeres en la base de la pirámide laboral es muy baja”. 

Según Camacol, en Bogotá el 7% de las personas que trabajaban en este sector en 2020 eran mujeres, y en 2023 la cifra rondaba el 17%. 

En Quibdó, Creaciones Fénix se abrió paso en el mercado sin conversaciones previas y, por lo mismo, se han enfrentado a dudas sobre su trabajo, solo por su doble condición de mujeres y jóvenes. Desde familiares que les han dicho: ‘qué vergüenza una mujer en construcción’, hasta compañeros que esperan que fallen y clientes que no les creen. Pero se han repuesto, sobre todo porque ya no se trata de sobrevivir, como dice Gloria Caicedo, sino de realizarse con un trabajo que aprecian y que admiran, por todo lo que sus manos pueden hacer.

Para Paula Trujillo, directora de estrategia de Conexiones Creativas, una corporación que diseña y asesora proyectos de economía creativa, el camino para el desarrollo del “ecosistema cultural y creativo” es la colectividad y la valoración de los emprendimientos desde una comprensión amplia, en donde son igual de importantes los artistas, gestores, artesanos de las “economías populares”, que los emprendedores con capacidad de contratar que clasifican como “economía naranja”. 

Una vez se reconozcan todas esas posibilidades de emprendimiento, habría que ampliar la oferta de servicios: “¿Por qué no hemos impulsado más la existencia de cooperativas para el sector cultural y creativo? ¿Por qué no hemos impulsado más herramientas de acceso a financiación? No estimular más eso, hace que el rebusque, en el sentido más bonito de la palabra –que es dejarse la vida por un sueño– se vuelva sinónimo de precariedad”, explica Trujillo. 

Deyanira, Gloria y Cindy ya pasaron por la precarización laboral, por las dificultades para estudiar y por la angustia de no saber cómo resolver el bienestar de sus hijos. Y les tomó más de diez años llegar al punto en el que están: una empresa que ofrece belleza, detalles y calidad a su comunidad, que ya empieza a ampliar su red para contratar plomeros y electricistas, y que les permite soñar con crecer. O, como lo dice Cindy Paola: “Nos vemos como una empresa generadora de ingresos y de trabajo para otras, nos vemos siendo mujeres ejemplares, dignas de admiración por lo que hacemos. Y también me veo no dependiendo de nadie, pudiendo avanzar para nosotras mismas, nuestros hijos y los demás”.