“Los muertos que quedaron no fueron actores de reparto”

Mutante entrevistó al periodista José Guarnizo, director de Vorágine y autor de dos libros que cuentan la historia de la narcotraficante Griselda Blanco. El último de ellos saldrá a la venta en los próximos días y relata la experiencia de distintas personas que rodearon a esta mujer, que inspiró la taquillera serie de Netflix.

*Alerta spoiler

Fecha: 2024-02-09

Por: Natalia Duque Vergara

“Los muertos que quedaron no fueron actores de reparto”

Mutante entrevistó al periodista José Guarnizo, director de Vorágine y autor de dos libros que cuentan la historia de la narcotraficante Griselda Blanco. El último de ellos saldrá a la venta en los próximos días y relata la experiencia de distintas personas que rodearon a esta mujer, que inspiró la taquillera serie de Netflix.

*Alerta spoiler

Fecha: 2024-02-09

Por: NATALIA DUQUE VERGARA

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En medio del furor de la serie Griselda de Netflix y de las opiniones encontradas sobre el valor de las narrativas de ficción sobre el narcotráfico, conversamos con José Guarnizo, periodista y director de Vorágine, al final de una mañana nublada en nuestra oficina en Bogotá. 

Guarnizo ha recibido numerosos premios de periodismo en los últimos 15 años por reportajes y artículos sobre el conflicto armado, los falsos positivos y la migración. También es autor del libro ‘La viuda negra’, luego retitulado en su segunda edición como ‘La Patrona de Pablo Escobar’, que cuenta la historia de Griselda Blanco, y que fue convertido por RTI y Televisa en una telenovela que se estrenó en 2014. Una década después, está a punto de publicar ‘Griselda’, otro libro sobre el mismo personaje, inspirado en una de las víctimas por las cuales la narcotraficante fue condenada en Estados Unidos. En la serie televisiva protagonizada por Sofía Vergara, Griselda se entrega a las autoridades. En la historia real que cuenta Guarnizo en su libro, es capturada y el investigador que la encuentra le da un beso antes de arrestarla. 

Natalia: En el prólogo de tu libro mencionas que quisiste contar la historia de esta mujer porque era parte de la “prehistoria” del narcotráfico. ¿A qué te refieres con eso?

José: Hoy en día estamos hablando de Griselda Blanco porque Sofía Vergara hizo una serie y es la más vista en muchos países del mundo, pero la verdad es que antes casi nadie hablaba de Griselda. Muy pocas personas la conocían y a mí me parecía que ahí uno podía encontrar el orígen de todo. 

Yo viví 14 años en Medellín, hice periodismo judicial allí y de golpe fui encontrándome con un montón de personajes que vivieron esa época del narcotráfico, fueron protagonistas, conocieron de primera mano muchas cosas. Por ejemplo, encontré testimonios de la primera vez que unos indígenas del Perú llevaron una pasta de coca, que no se conocía en ese momento (años sesenta) y cómo empieza a haber una discusión entre los contrabandistas de licor sobre si se metían a ese negocio o no. Entonces yo creo que solo ese hecho me impulsó a querer saber un poco más de esa historia. 

N: ¿Hay algo sobre la historia del narcotráfico que aún no se haya contado?

J: ¿Que si ya se ha hablado mucho del narcotráfico? Yo creo que sí y puede haber un agotamiento. Por ejemplo, el libro  Griselda yo no lo iba a publicar. Es un libro que ya estaba escrito hace algunos años y no tenía la menor intención ni las ganas de publicarlo porque sabía que se había perdido interés en el tema. Pero es que no es solamente Griselda, sino un montón de gente que quedó viva y que tenía una historia que contar.

N: Una de las principales motivaciones que tuviste para contar esta historia, como lo mencionas, fue una víctima de Griselda, un niño de 3 años. ¿Cómo llegaste a esa historia?

J: El papá de Johnny, el niño de tres años que fue asesinado en un tiroteo, me buscó luego de haberse escondido de Griselda durante treinta años. Cuando la matan y yo publico el primer libro “La viuda negra”, él hace lo posible por buscarme y me dice “oye, yo te quiero contar mi versión de los hechos”. Yo tuve un montón de conversaciones con él entre 2013 y 2015, y era una persona que lloraba cada vez que se acordaba de Johnny. Ya habían pasado treinta años, pero él tenía y quería contar su historia.

N: ¿Cómo contar estas historias que nos dejaron marca y aún nos atraviesan en el presente?

J: Lo que nos debe haber enseñado el tiempo a los periodistas es entender cómo tratar a las víctimas. ¿Quién eres tú para cerrar una puerta a alguien que quiere hablar? Pero también, ¿quién eres para presionar a alguien que prefiere guardar silencio? Cada historia tiene su momento y ahí es donde entra una cosa que no te regalan en la universidad y es el criterio periodístico de cómo abordar una historia, con qué sensibilidad y cómo hacer para que esa historia no genere daño.

N: ¿Cuáles daños consideras que  pueden causar las historias de Griselda o de Pablo Escobar, contadas tanto desde la ficción como desde la no ficción?

J: Creo que en el tema de las víctimas, tanto del narcotráfico como del conflicto armado, hay que tener una sensibilidad particular para no glorificar a los victimarios o máximos responsables. No presentarlos como héroes de una historia porque no les corresponde. Sobre todo, ese es el punto más importante y para eso hay que tratar de ponerse en los zapatos de las víctimas; pensar si esta persona causó un daño. Posiblemente yo quiera que se sepa la verdad o hay gente que prefiere no saber nada del tema sino hasta muchos años después. Lo único que no esperan es ver a un personaje como un héroe. 

N: Tú hablas de la “patrona de patrones”. Me gustaría que me contaras un poquito sobre esta figura del “patrón”, pero encarnada en una mujer “empoderada”.

J: Yo creo que Griselda está muy lejos de ser una heroína, entre otras cosas porque los muertos que quedaron no fueron actores de reparto, sino que fueron personas de sangre y hueso que murieron en esas guerras y vendetas de la mafia. Solo por eso yo creo que ella no es una heroína, así como Pablo Escobar no es un héroe.

Se aparta del canon porque era mujer, pero fue una mujer que, al final, se dejó llevar por algo que no tiene que ver con ser hombre o mujer, sino con la condición humana:  la ambición, dejarse mover por el dinero fácil, por muchos millones de dólares después de venir de un barrio muy pobre. Al final ella termina un poco enceguecida por eso. 

Su figura también encarna dos cosas que son extrañas en el mundo de la mafia:  era una ama de casa y una madre de familia. Entonces empieza a tener una doble vida, de mujer hacendosa, madre de familia, con su esposo, dueños de la primera casa de cambios que hubo en Medellín. Pero, por otro lado, estaban haciendo envíos de cocaína a Nueva York. A ella más que a una patrona la empiezan a ver en Barrio Antioquia como a una mamá, como a una tía. A ella también le decían “la tía”, entonces ella cuando volvía de Estados Unidos llegaba con un container lleno de juguetes para todos los niños del barrio y por eso también le empiezan a decir “la madrina” y “la tía”. Y ese fue el lugar que empezó a ocupar en el barrio.

N: ¿Por qué crees que existe tanta incomodidad alrededor de las narraciones sobre el narcotráfico?

J: Creo que surge una incomodidad, desde que entendemos que las series de televisión navegan en las aguas del entretenimiento. Entonces claro, cuando tú empiezas a ver que el narcotráfico dejó un montón de víctimas reales y luego eso se convierte en entretenimiento, pues ahí hay una cosa que no cuadra.  

El mundo del entretenimiento tiene todo el derecho de contar las historias que quiera y yo creo que sí hay una distancia muy grande entre unas series y otras series. Venimos acostumbrados de ver series como Sin tetas no hay paraíso o El cartel de los sapos, que caricaturizan el narcotráfico. Son series en donde uno no ve que exista un deseo de escarbar en la historia y convertir un producto que pertenece al mundo del entretenimiento en, al menos, una historia basada en hechos reales. 

Luego empezamos a ver otro tipo de productos y ahí hay una distancia entre estas series y otras que fueron apareciendo con unos presupuestos mucho más elevados como Narcos, de Netflix, y ahora como Griselda, en las que uno ve que de alguna manera sí se recrea cierta atmósfera de lo que fue la vida de ella en Miami y que te puede chocar porque es un periodo de la vida de Griselda muy violento, pero eso ocurrió. Los homicidios en Miami en 1980 se dispararon, se quintuplicaron. 

Ahora bien, ¿la solución es no hablar de eso? Esa no es la solución, tampoco podemos simplemente hacer una lectura de nuestro país por los poemas que publica Roy Barreras. Y aquí es donde entra la academia, los periodistas, otras disciplinas que también tendrían que referirse a esa historia, porque es importante conocerla y porque tampoco vamos a dejar que solo la industria del entretenimiento cree el relato. 

N: ¿Ya te viste la serie de Netflix? ¿Qué te llamó la atención?

J: Quiero aclarar que no soy crítico de cine, pero me parece que es una serie que logra pintar esa atmósfera de Griselda en un periodo muy concreto de Miami. Me atrevo a decir que es una buena serie, pero siento que otra cosa distinta es la publicidad que ha hecho Netflix, que sí me parece dañina.

N: ¿Qué es puntualmente lo que te parece problemático de la publicidad?

J: Entiendo que es una publicidad que choca, que frivoliza un tema complejo y que puede llegar a ser doloroso para muchas personas. Solo por poner el ejemplo de Pablo Escobar que dejó más de cuatro mil muertos, eso implica cuatro mil familiares de víctimas. Seguramente le pasará a muchos otros países, hay temas muy sensibles en otros lugares, por la sangre que ha corrido y si se hace un performance que lo frivoliza, obviamente va a ser doloroso y va a generar rechazo.