El racismo también se va de fiesta
Los festivales organizados cada año para reivindicar prácticas culturales de las comunidades negras en Colombia son espacios valiosos para expresar sus tradiciones culturales y se han vuelto un atractivo turístico con luces y sombras. ¿Desde qué lugar y cómo nos acercamos a esas prácticas, sobre todo cuando hablamos de personas “blanco-mestizas”? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de “apropiación”? ¿Existe el “racismo a la inversa”?
Fecha: 2022-10-26
Por: Natalia Duque Vergara
El racismo también se va de fiesta
Los festivales organizados cada año para reivindicar prácticas culturales de las comunidades negras en Colombia son espacios valiosos para expresar sus tradiciones culturales y se han vuelto un atractivo turístico con luces y sombras. ¿Desde qué lugar y cómo nos acercamos a esas prácticas, sobre todo cuando hablamos de personas “blanco-mestizas”? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de “apropiación”? ¿Existe el “racismo a la inversa”?
Fecha: 2022-10-26
Por: NATALIA DUQUE VERGARA
Más de 300.000 personas participaron este año en Cali, durante seis días, en una de las celebraciones más emblemáticas de la cultura afropacífica: el Festival Petronio Álvarez. Las autoridades y organizadores declararon el éxito del evento que movió unos 37.000 millones de pesos, pero en el ambiente quedó un sinsabor: ¿qué contexto tienen de la fiesta los turistas que asistieron con el apetito voraz de pasar unas noches viviendo como “negros”?
Hellen Sinisterra, oriunda de Buenaventura, no recuerda haberse perdido ni un solo Petronio. Cuenta que con apenas tres años ya bailaba detrás de los músicos al ritmo de las marimbas y los bombos mientras ellos salían del Teatro Los Cristales, el primer lugar en el que se empezó a celebrar el Festival. Luego de 26 años sigue siendo una de sus fiestas favoritas.
Para Hellen, el Petronio Álvarez ha sido la ventana a través de la cual, cada año desde 1996, rememora y se acerca a las costumbres de su familia. “Para mí el festival es volver a unirnos con nuestros ancestros, recordar nuestra niñez, nuestros juegos, conectarnos con nuestra familia que vive en el Pacifico”, dice.
Este año también participó sin falta de la celebración que se llevó a cabo entre el miércoles 10 hasta el domingo 14 de agosto. Pero luego de finalizar publicó varios estados en su muro de Facebook:
“Hay gente que se llena la boca diciendo que respeta una cultura, pero se le da entrada a ella como se hace en el arrullo al barrio y lo único que hacen es irrespetar todo lo que somos…”.
A este se sumaron decenas de comentarios de incomodidad frente a la actitud de las personas “blanco-mestizas” o turistas que llegaron al festival este año. Del otro lado también hubo descontento frente a las críticas y mensajes con términos como “racismo a la inversa”. La polémica estaba abierta sobre quiénes entran y quiénes no a los eventos que exponen tradiciones y costumbres de los pueblos negros en Colombia.
La trastienda de las fiestas tradicionales
“Cuando apenas va a iniciar el concierto y retumba la marimba es mi momento favorito de todo el festival. Lo que yo siento es indescriptible. Literalmente, se me eriza la piel, siento un corrientazo en el cuerpo”, le dijo Hellen a Mutante. Para ella, así como para su familia y para algunas comunidades del Pacífico, en el Petronio se reflejan recuerdos, amores y creencias.
Para Audrey Mena, directora general adjunta de ILEX Acción Jurídica, una organización que impulsa estrategias de investigación y acción jurídica para contribuir al goce de los derechos de las comunidades afro, no solamente este festival, sino en general las fiestas y celebraciones tradicionales de los pueblos negros “son escenarios donde se revindican narraciones de resistencias de los pueblos afrocolombianos, negros raizales y palenqueros. Una combinación entre lo conmemorativo y lo representativo, y donde se condensa su acervo cultural”.
Los visitantes llegan al Petronio Álvarez y a otras fiestas como las de San Francisco de Asís o las del Currulao, con distintas intenciones: desde ir de fiesta con amigos y emborracharse hasta conocer más sobre las tradiciones culturales del Pacífico. Probablemente sus motivaciones y los significados de estas celebraciones nunca coincidan con los de las comunidades, lo cual no es problemático per se.
Michael Birenbaum, doctor en Etnomusicología, en su texto De ritos a ritmos: las prácticas musicales afropacíficas en la época de la etnodiversidad, explica que “la música funciona como la manera por excelencia de experimentar lo afro en la sociedad colombiana, y opera en un nivel fundamentalmente cotidiano”. Por eso este tipo de festivales resultan tan atractivos para personas de ciudades principales e incluso de otros países.
Aunque estos aspectos pueden visibilizar una parte del repertorio cultural de los pueblos negros, también pueden generar anidar dinámicas cuestionables como la vanalización de las prácticas culturales al despojarlas de su historia, protagonistas y sentidos construidos alrededor de las mismas.
Por otro lado, también puede limitarse el reconocimiento de las comunidades únicamente al escenario de su cultura, desconociendo su representación política e incluso las problemáticas estructurales que atraviesan el resto de días del año. Así, la atención hacia comunidades negras que viven en el Pacífico parece centrarse principalmente en el contexto de las festividades:
“¿Por qué no lo hacen cuando nos perfilan o nos matan? ¿Cuando se apropian de nuestros conocimientos y los patentan a nombre de ellos? ¿Por qué no dicen nada por el sistema de salud? ¿Por la empleabilidad?…”, publicó Katherynn Moreno ante los comentarios de quienes se indignaron por los reclamos de irrespeto durante el Petronio, refiriéndose a la atención que reciben unos temas y no otros en la opinión pública.
Por último, el desconocimiento de los saberes y sentidos detrás de las representaciones culturales, así como la presencia de muchas personas con intereses muy variados, configuran un escenario propicio para prácticas conocidas como “de apropiación cultural”.
Un doble riesgo: visibilización o apropiación
Una de las cosas que más molesta a Hellen es ver a turistas utilizando ropa, accesorios, formas y peinados tradicionales de su familia. Dice que cada cosa tiene un significado importante para ellos, y lo que para las demás personas es un “disfraz”, para ellos hace parte de su cotidianidad.
“Es nuestra forma de vestirnos todo el año y no lo hacemos solamente para el festival sino que es nuestro diario vivir desde pequeños”, asegura.
En relación con la música, el experto Birenbaum, dice que un festival como el Petronio “busca salvaguardar lo que es de interés de las prácticas musicales del Pacífico: su diferencia, valorizada bajo el signo de la etnodiversidad”. Añade que la emergencia y apreciación de la música del Pacífico ha coincidido con cambios en las representaciones de la cultura: “del salvajismo inútil al patrimonio valioso”.
Para Birenbaum, la espectacularización es un síntoma de esa etnodiversidad y está presente en todas estas fiestas y festivales en donde se reivindican tradiciones de comunidades étnicas, pero también para que haya un espectáculo deben haber transformaciones de las prácticas culturales que arreglan las originales para hacerlas un poco más “consumibles”.
Así, se han encontrado formas de sacar valor monetario a las expresiones culturales y hacer uso de ellas por parte de personas que no integran las comunidades que tradicionalmente las han construido y protagonizado. Esto se ve reflejado, por ejemplo, en los turbantes y vestidos de colores, las trenzas y la interpretación de música con marimba que hacen algunos turistas que llegan al Petronio.
Eso mismo ocurre en otras celebraciones de pueblos étnicos a las que llegan turistas, y a veces puede resultar problemático. En ese sentido se habla de “apropiación cultural” cuando personas que no son de una comunidad se adueñan o hacen uso de prácticas tradicionales que no son suyas, sin reconocer el valor original y al pueblo que representa.
Una de las formas de apropiación más comunes es a través del llamado “capitalismo cognitivo”. Según Audrey Mena, de ILEX Acción Jurídica, muchas veces las personas externas van a estos festivales para escuchar las narrativas de resistencia “alrededor de las bebidas tradicionales, los peinados, las tendencias a nivel de moda y artesanía para luego utilizarlas en marcas personales, sin mencionar la relevancia que tiene el sujeto étnico o el significado que tiene esto para ellos. Muchos de estos escenarios tienen este doble riesgo”.
Es decir, por un lado estas celebraciones resultan importantes para visibilizar las tradiciones y prácticas culturales de algunas comunidades, pero por otro lado, ante la gran afluencia de personas, es posible que hayan casos en donde los turistas se apropien de ellas para lucrarse económicamente o las pongan en práctica sin reconocer las historias de construcción y luchas que hay detrás, lo cual puede resultar ofensivo para los sujetos protagonistas.
El Pacífico: una región imaginada
Para Eduardo Restrepo, doctor en Antropología, con énfasis en investigación de procesos de racialización con comunidades del Pacífico, esta es una región imaginada, a la que mucha gente se acerca desde lo que se imagina de ella. “Es un Pacífico para ser consumido en todos los planos […] en mucho es un Pacífico imaginado”, asegura.
Esto quiere decir que las tradiciones de los pueblos del Pacífico no necesariamente son las que se exponen en los festivales afropacíficos o que vemos por televisión, y que no todas las personas que viven en esta región son iguales o tienen una cultura uniforme. Es importante “desracializar la cultura. No se puede asumir que las expresiones culturales del Pacífico son un asunto de negros”, afirma Restrepo.
Michael Birenbaum afirma que en la misma ciudad de Cali y en el Pacífico existen distintas percepciones de la música tradicional que se abandera con el festival. Asegura que para algunas personas es molesta, para otras es una atracción y para otras más un ritual. Y esto no solo depende del lugar en el que están ubicadas, sino también del estrato socioeconómico. Según Birenbaum, desde los entes estatales “se quiere crear ciudadanos en el Pacífico”. “La presunción es que participar en la música del Pacífico en sí funciona para apaciguar la gente e inculcarle los valores de ciudadanía democrática”, dice.
Pensar en la diversidad de la gente que vive en esta región es fundamental para entender la importancia del festival para ciertas comunidades, pero también para complejizar una de las ideas que más circuló a través de las redes: ¿Debería ser el Petronio Álvarez una fiesta de negros para negros?
¿Se reserva el derecho de admisión?
“No había escuchado de ese tal #PetronioÁlvarez pero por lo que leo es un festival de negros para negros”, tuiteó la cuenta de Twitter @NoMeCreaTanGvn el 15 de agosto. En esa línea se sumaron otras publicaciones que interpretaron el malestar frente a las actitudes del Petronio como un llamado para excluir a los turistas o “blancos-mestizos”:
@AndresCovid: “Ese cuento de segregar y no dejar entrar a “Whites y mestizos” en su ancestral #Petronio no aguanta la menor discusión lógica y menor jurídica…”
Estos comentarios alimentaron la idea del “racismo a la inversa”; es decir, un supuesto racismo que se ejerce por parte de comunidades históricamente racializadas contra las personas mestizas o blancas. Este discurso parte de la idea de que las personas negras estarían prohibiendo la entrada de otro tipo de personas al Petronio y que incluso las estarían excluyendo de sus prácticas al interior del mismo.
En varios casos se nombró a la figura de Francia Márquez como detonante de esta “exclusión”:
DanielA: “Este ha sido el gran aporte de Francia Márquez a la sociedad colombiana: exacerbar el racismo y el odio entre connacionales con fundamento en doctrinas foráneas impartidas y promovidas por BLM (Black Live Matters)”.
Sin embargo, para Mara Viveros, doctora en Antropología y profesora de la Escuela de Género de la Universidad Nacional, el racismo es mucho más complejo que esto. Se trata de una ideología y conjunto de prácticas que han justificado, producido y reproducido relaciones de desigualdad.
La experta señala que aunque sí pueden existir dinámicas de exclusión o discriminación contra los turistas, el “racismo a la inversa” no existe porque el racismo es transversal a todos los escenarios de la vida e, históricamente, quienes se han beneficiado de él han sido quienes más se asemejen al prototipo de la “blanquitud”.
El investigador Eduardo Restrepo también repara en que las críticas al desarrollo del Petronio no necesariamente implican la exclusión y prohibición a la entrada a foráneos. ”No todos los negros piensan eso. Toca ver quién lo dice, desde dónde y con qué intereses. Hay mucha gente negra que está muy contenta con el festival como está”. En la mayoría de comentarios se lee indignación frente a comportamientos irrespetuosos por parte de los turistas, pero en ningún momento plantean como solución limitar la entrada al Festival.
“Lo más importante es decirle a las personas blanco-mestizas que el festival siempre va a estar abierto para ellas. Que pueden entrar, asistir, siempre y cuando se tomen el tiempo de investigar un poco, creo que eso es lo que les hace falta”, afirma Hellen.
Una casa con reglas
Los espacios colectivos que el festival contempla también ponen a prueba la convivencia y el respeto por el otro. “La gente blanca tiene que entender que nuestras dinámicas son sentarnos todos en la misma mesa, comer juntos, compartir”, escribió Hellen en una de sus publicaciones el 14 de agosto. Esta molestia surgió a partir de una situación que experimentó en la zona de comidas del festival.
En una de las mesas estaba sentada una turista; sin embargo, como la mesa tenía entre diez y quince puestos, Hellen también se sentó. Inmediatamente la mujer le reclamó y reaccionó mal a pesar de que Hellen le dijo que compartir la mesa entre varios grupos es una costumbre. “Cada una de las mesas están diseñadas para compartir, así que no hagan mala cara porque una familia se sienta en una mesa donde hay otra familia cuando las mesas están pensada para tres o cuatro familias”, dice.
Según Ana Copete, directora del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, el evento “es una casa grande que recibe a todos con las puertas abiertas. Pero es una casa que tiene unas reglas” y desde su perspectiva cree que son “bastante aislados” los escenarios en los cuales los visitantes se comportan fuera de contexto o no reconocen las tradiciones del Petronio.
Esto contrasta con las sensaciones de quienes, así como Hellen, manifestaron su descontento en redes:
Lina María: “Tengo ira. Me siento como una niña que quiere hacer pataleta. No pude cantar, no pude tocar, no pude respirar. Cómo es que un montón de whites me van a quitar mi derecho ancestral a disfrutar de un arrullo”.
Los arrullos son un ritual en el que se adora a los santos a través del canto, viche, luces, flores y agua, según relata la Revista Vive Afro. Durante el Petronio es tradición finalizar las jornadas diarias con arrullos que se llevan a cabo en algunos barrios de la ciudad Sin embargo, este fue uno de los principales temas de conversación en redes con menciones sobre turistas que interpretaron los arrullos simplemente como una fiesta.
“¿Quién les dijo que el arrullo es para que vayan a quedarse parados, fumando su vicio y echándole su humo a la gente que está arrullando? No saben ni entienden y no quieren entender que para nosotros los arrullos son sagrados”, publicó Hellen en Facebook.
Estas situaciones configuraron un ambiente de malestar para quienes reivindican tradiciones culturales del Pacífico que se reflejan en el festival. Para muchos, las personas “blanco-mestizas” no deberían ir a esta celebración si no están dispuestas a “cumplir las reglas” de la casa que les abre las puertas.
Ser buen turista
Durante 26 años el Petronio ha crecido. Empezó en el Teatro los Cristales como una fiesta entre pocos para reivindicar ritmos tradicionales del Pacífico, en honor al “rey del currulao”, Patricio Romano Petronio Álvarez. Con el tiempo, se ha convertido en un gran atractivo para personas de todo el país y del exterior. Según cifras de la Alcaldía, este año hubo una ocupación hotelera del 81 % y asistieron casi 3.000 personas más que el año pasado, una tendencia que parece seguirá en aumento.
“El Petronio Álvarez es la forma de nosotros mostrar y llevar la cultura a otras personas […] Lo que queremos con el Petronio es que las personas sepan cómo despedimos a nuestros muertos, cómo celebramos cualquier tipo de ocasión. Todo lo hacemos con música y no siempre es porque nos guste la pachanga”, afirma Hellen.
Quienes expresaron su malestar a través de las redes sociales resaltan la importancia de que los visitantes se informen antes de llegar al festival y que, además, mantengan una actitud receptiva durante el mismo, es decir, que no se molesten en caso de que las comunidades protagonistas les hagan una sugerencia o un llamado de atención por alguna actitud que les genera incomodidad o que va en contravía de sus tradiciones. Estar abiertos al otro.
Tanto Hellen, como otras personas que se reconocen como afro y que participan del festival a las que contactamos para este reportaje, coinciden en que quienes quieran participar podrían tomarse el tiempo de indagar sobre las prácticas culturales, las tradiciones y los significados alrededor de ellas como un paso previo que podría marcar una diferencia para llegar a estos espacios en los próximos años.
Entender que es tradición compartirlo todo, incluso las mesas para comer; no tocar el cabello ni tratar de imitar el acento o vestimentas afro; buscar los significados de los arrullos y la toma del viche, más allá del interés por ir a una fiesta o emborracharse, son algunos de los temas que Hellen pone como ejemplos.
“Algo muy importante es que no nos traten como si fuéramos parte de un circo, como una atracción turística. Nosotros estamos vestidos de cierta forma, enalteciendo nuestros ancestros y eso no significa que queramos que nos digan cosas que se le diría a una persona que está en exhibición”, asegura.
Desde la organización del Petronio, Ana Copete no concuerda con esto, pues asegura que durante los 26 años se ha demostrado que es un “espacio pacífico de integración y respeto […] El Petronio es como el mundo ideal, donde no hay conflicto, todos nos reconocemos, todos nos respetamos”, dice, restándole importancia a las quejas en redes al considerar que pudieron existir casos aislados.
En contraste, para algunos académicos, como Eduardo Restrepo, en el Petronio y otros festivales, como el de El Currulao, en Tumaco, se evidencia la apropiación cultural “por parte de una ciudad racista y blanqueada”.
La respuesta no está en definir si al festival deben llegar solamente personas negras o incluir mestizas sino tomar en cuenta que como turista es fundamental “respetar la otredad cuando voy a estos espacios en donde, más allá de lo pintoresco y lo folklórico, hay un pueblo que ha sufrido el racismo estructural en Colombia”, asegura Audrey Mena, directora general adjunta de ILEX Acción Jurídica.
“El acercamiento siempre tiene que partir de un pensamiento de respeto por la otredad étnica; es decir que cuando yo me tomo una botella de viche yo tengo que reconocer al pueblo que hay detrás de esa botella de viche”, añade Mena.