Comunidades energéticas: ¿Una manera de resistir?

A pesar de los retos que implica la propuesta del Gobierno Nacional, de conectar a más de 20.000 comunidades energéticas del país, ya hay algunas que ven allí una esperanza, no solo para su soberanía energética, sino también para recuperar el tejido social que la violencia y los proyectos extractivos dejaron a su paso. Don Jaca, en Santa Marta, es una de ellas. Este proyecto sigue en una fase temprana, de evaluación y necesario seguimiento. Isabella Puyana, periodista de la Fundación Pares, narra su experiencia. 

Fecha: 2024-04-18

Por: Isabela Puyana

Comunidades energéticas: ¿Una manera de resistir?

A pesar de los retos que implica la propuesta del Gobierno Nacional, de conectar a más de 20.000 comunidades energéticas del país, ya hay algunas que ven allí una esperanza, no solo para su soberanía energética, sino también para recuperar el tejido social que la violencia y los proyectos extractivos dejaron a su paso. Don Jaca, en Santa Marta, es una de ellas. Este proyecto sigue en una fase temprana, de evaluación y necesario seguimiento. Isabella Puyana, periodista de la Fundación Pares, narra su experiencia. 

Fecha: 2024-04-18

Por: ISABELA PUYANA

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Jorge Maldonado aún sale de su casa a las tres de la mañana con la esperanza de agarrar la pesca del día, como hace 40 años, a pesar de que lleva meses sin poder vivir de ella. Él y su familia habitan la comunidad de Don Jaca, en el norte de Santa Marta, un lugar conocido como una vereda de pescadores, sin servicios públicos, ni oportunidades de desarrollo en la zona. Hoy esta comunidad busca encontrar una solución a los problemas de energía y conectividad a través del proyecto de comunidades energéticas impulsado por el Ministerio de Minas y Energía.

Don Jaca es una bahía a la que solían llegar millones de sardinas que nadaban hacia La Ciénaga Grande para hacer su fase de reproducción, mientras  los peces de la Guajira y del vecino país de Venezuela las perseguían para alimentarse año a año. Sin embargo, esta danza ha comenzado a desaparecer. 

Jorge Maldonado, pescador de Don Jaca, quien lleva 40 años en la industria y hoy entiende que no puede vivir de la pesca debido a la explotación del carbón y a los muelles que las grandes empresas montaron en la bahía donde solía ejercer su labor.

Según los pescadores, hoy el ciclo de procreación de peces de distintas especies se ha visto interrumpido, después de que dos puertos de carbón fueron instalados en el centro de la bahía. Advierten, además, que estos puertos, pertenecientes al grupo Prodeco y a la compañía Drummond, con una extensión de cerca de 600 metros hacia el mar, han afectado la flora y fauna de la Ciénaga desde su instalación, como quedó consignado en el informe “La Degradación de Ecosistemas y Medio ambiente Bahía de Santa Marta y Zonas de influencia”, construido en el 2020 por la delegación de medio ambiente de la Contraloría General de la República CGR. Las personas que viven a sus alrededores se refieren a estas estructuras de acero como un cementerio de manglares, donde antes se alimentaban los camarones y las aves de la zona, en cambio ahora no suele encontrarse ningún animal. 

Jorge Luis Castro, presidente de la junta de acción de la comunidad de Don Jaca cuenta que han sido 37 puntos de pesca los que han cerrado en los últimos 10 años y que los pescadores han llevado esta situación, incluso, al Congreso de la República. Sin embargo, esto no ha tenido ninguna repercusión ni ha significado algún cambio, hasta el momento.

Jorge Luis Castro, jefe de la junta de acción de Don Jaca.

 

Un mediodía en la comunidad, suelen salir de las casas a tomar el aire con abanico. No cuentan con energía, aire o ventiladores para refrescarse. El clima ronda los 38 grados.

La Universidad Sergio Arboleda publicó en el 2020 el artículo “Desplazados del mar, el caso de los pescadores artesanales de Don Jaca en Santa Marta Colombia”, en el que abordó el caso. Utiliza las denuncias de los pescadores para determinar el impacto que pudo haber generado la disminución de la pesca y cómo pudo afectar la identidad cultural del territorio. Los resultados demuestran que además hubo un aumento de distintas violencias, entre ellas, de desplazamientos.

Ze Carlos Lugo, líder social de la comunidad, se remonta a 1960, para explicar cómo con el recrudecimiento de la guerra por cuenta del hostigamiento del gobierno hacia campesinos liberales, venganzas partidistas y el nacimiento de algunas guerrillas, muchas familias consideraron a Don Jaca un paraíso donde podían habitar y escapar del desplazamiento. Su abundancia en agua dulce y salada, montaña y playa, incluídas las vías férreas que daban la ilusión de llevar proyectos productivos e industrialización a la zona, hacían de Don Jaca el espacio ideal para vivir.

Ze Carlos, líder de la comunidad.

Con los años, Don Jaca se ha convertido en un territorio de conflicto por la formalización de tierras, las cuales, en su mayoría, no aparecen con título de propiedad y, en muchos casos, han sido epicentro de conflictos relacionados con el narcotráfico, como lo relata la Universidad del Magdalena en su investigación “Resiliencia agro-pescadora. Caracterización de los servicios ecoturísticos en Don Jaca”, del 2023. Allí consignan las vulnerabilidades históricas de la población de Don Jaca y plantean soluciones para sus habitantes. En este mismo informe, menciona cómo la violencia ha recrudecido la pobreza y la falta de oportunidades de la comunidad por la presencia de grupos al margen de la ley como Las Pachencas, quienes han arremetido en contra de la población. La última denuncia hecha por la Fiscalía y reportada por varios medios de comunicación como RCN, Diario el Cesar y El Nuevo Siglo, fue un feminicidio colectivo de tres mujeres del sector.

Niñas de la comunidad, no hay rastros de tecnología y aún juegan con muñecas y en el patio de su casa.

Ni la bonanza bananera que atravesaba las vías de los trenes, ni el carbón que hoy cruza por los mismos rieles hasta llegar a los puertos ha traído beneficios ni conectividad a Don Jaca, solo desgracia y pobreza a sus habitantes. 

Cuando las empresas Drummond y Prodeco llegaron a Don Jaca en 1992, le aseguraron a los pescadores nuevos elementos para su pesca. Don Jorge recuerda que le entregaron nuevas cañas para pescar, balsas y elementos que en ese entonces muchos necesitaban, sin embargo, no dimensionaba que lo que se iba a requerir para continuar ejerciendo la pesca en la zona eran equipos mucho más sofisticados: “para poder pescar en la bahía, que estaría interrumpida por los muelles, tendríamos que tener equipos que nos permitieran sumergirnos más de 20 metros, los costos que tendrían que asumir las empresas para entregarle a todos los pescadores ese tipo de equipos, ellos no los iban a asumir”. 

Lo que en su momento aparentaba traer riqueza e inversión, terminó por llevarnos a más pobreza, hambre y engaños, asegura Ze Carlos, quien también dice que no solo se trataba de los elementos de la pesca. Él agrega que no se ha planteado la discusión de la seguridad alimentaria que dejaron a su paso las empresas, pues el principal producto que alimentaba a la comunidad era el camarón y el marisco de la zona, que se reproducían justo donde se instalaron los muelles. Pero, según su testimonio, ahora ya no hay nada para recolectar y esta es la razón del aumento del hambre del sector.

Desde que llegó el carbón a Don Jaca sus habitantes se quedaron sin trabajo, sin agua y sin comida.

Comunidades energéticas: una vía que genera esperanza para acceder a la energía en Don Jaca

El joven y líder Ze Carlos es reconocido por su comunidad por reunirlos en torno a proyectos productivos y educativos. Está estudiando Derecho con la finalidad de ayudar a que consigan el título de propiedades y se ha propuesto transformar sus condiciones actuales de vida. Ha buscado maneras de que las familias de la zona puedan acceder a la energía, pues los costos de las tarifas hace que para muchos en el barrio sea imposible conectarse. 

Según Norman Alarcón, el presidente de la Liga de Usuarios de Energía de la Costa Caribe Colombiana, hoy se sabe que el Caribe es la zona del país donde  más se cobra en las tarifas de energía y que Santa Marta es la 6° ciudad que más paga por consumo de energía, según la valoración anual del IPC, dejando a comunidades como la de Don Jaca en condiciones aisladas e imposibilitando el acceso.

Una de las ideas de Ze Carlos es generar proyectos productivos de turismo como una alternativa de vida que disminuya la violencia en la zona y los saque de la situación en la que se encuentran actualmente, donde no tienen más oportunidades que una pesca muy limitada.

Para esto necesitan conectividad, por eso accedieron al proyecto que hoy impulsa el Ministerio de Minas y Energía de Comunidades Energéticas. El caso de Don Jaca es solo uno de los ya 15.630 registrados en todo el país que buscan obtener la garantía de la democratización de la energía en las zonas menos favorecidas o con mayores dificultades de conectividad.

Las comunidades energéticas pueden optar por distintas fuentes no convencionales de energía como la fotovoltaica, la eólica y la biomasa en el momento en que se inscriban. Las consideraciones que cada comunidad tiene a la hora de elegir qué energía le conviene a su comunidad depende de sus creencias, sus condiciones geográficas, biológicas y su cosmovisión. En el caso de Don Jaca, la junta de acción evaluó varias opciones como los paneles solares y la energía mareomotriz, pues están situados frente al mar y cuentan con una escuela donde podrían instalar suficiente paneles para abastecer muchas de las casas de la zona. Todo esto estaría sujeto a un análisis posterior, en asesoría con expertos y con el gobierno nacional, representado por el Ministerio. 

Jorge Luis y Zé Carlos inscribiéndose al programa de Comunidades energéticas.

Casos de éxito que inspiraron el decreto 2236 del 22 de diciembre de 2023

El Ministerio de Minas y Energía ha anunciado que la meta es la creación de 20.000 comunidades energéticas en todo el territorio, inspirado en casos exitosos de comunidades energéticas como ha ocurrido antes en Alemania. 

Según la Agencia Internacional de Energía Renovable – IRENA, Alemania es el país con la mayor capacidad instalada en proyectos comunitarios, cerca de 1 GW. A pesar de existir otros países con gran número de energía bajo esta naturaleza como Dinamarca, Gran Bretaña y Austria; Alemania es el país con el mayor número de cooperativas de energía renovable desde 1980 que aún siguen operando.

Según Ana María Ramirez, doctora en sostenibilidad y consultora en energía y sostenibilidad para el MME y senior guest research de la universidad técnica de Berlín, el concepto moderno de comunidad energética surge a finales de la década de 1950 en Alemania con la motivación de acceder a servicios de energía, que por la naturaleza se hacía muy difícil solucionar individualmente, entonces, colectivamente se tomaba la decisión de instalar sistemas compartidos.

De esa manera, se encuentra un factor determinante para la iniciativa de las comunidades energéticas en Alemania, que actualmente tienen más de 1.700 esquemas colectivos de energía en diferentes modalidades. Sus objetivos son la democratización del sistema energético, la participación ciudadana, la independencia energética, la reducción del costo de la energía, la descentralización de los sistemas de generación y, la diversificación de la matriz energética. En donde el éxito de la sostenibilidad ha sido el sentido de apropiación social de lo que se construye, la capacidad social de trabajar conjuntamente por un objetivo común, cada participante con un rol específico y definido.

Según la experta, en Colombia no tenemos la misma tradición cooperativa que Alemania. No obstante, sí tenemos muchas motivaciones para tomar las comunidades energéticas como una excusa para la reconstrucción del tejido social de un país marcado por la violencia y la carencia de servicios de energía.

“Aunque el ejercicio requiere de una rigurosidad técnica, es menester resaltar que requiere aún más de todos nosotros en la construcción, no de un tercero que financie y recibamos como beneficiarios, sino de la búsqueda conjunta de soluciones”, puntualiza.

Durante la inscripción de su propia comunidad, mientras hacía presencia la junta de acción de Don Jaca, Ze Carlos manifestó que uno de los retos que él identificaba era el de educar a la comunidad en el uso de las energías. Él cree que muchas de las personas del barrio pensarán que si llegan a ser elegidos como comunidad energética, se les entregará energía durante las 24 horas para utilizarla con cualquier tipo de electrodomésticos a cualquier hora y sin ningún costo. 

Reconoce que el reto está en la educación sobre el uso, la racionalización de energía y los costos que a largo plazo pueden tener los equipos. Ze Carlos, así como lo menciona Ana María Ramirez, sugiere que este debe ser un trabajo entre todos: “… no toda la energía podrá venir de los paneles, es posible que sea un modelo mixto que nos ayude a reducir las tarifas, aún así, si no entendemos cómo funcionan los equipos y no vemos posibilidades para atraer el turismo gracias a la conectividad, si este proyecto no viene acompañado con una estrategia de asesoría sobre el mantenimiento de los paneles y si nosotros no los cuidamos e invertimos, tampoco habrá futuro”, manifiesta Zé. 

Aunque este sea un modelo que busque conectar a las comunidades, que haya unido a Don Jaca hacia la búsqueda de proyectos productivos alternos a la pesca y una esperanza de obtener energía, esta es hasta ahora una etapa temprana del proyecto de Comunidades Energética en donde en toda Colombia de las 15.000 comunidades solo se han concretado 4. Ze Carlos, Don Jorge, Luis y toda la comunidad esperan ser ellos quienes próximamente consigan ser elegidos como la próxima comunidad en el país.