“Tenemos la obligación de pedirle cuentas al periodismo”: Marta Ruiz

En esta entrevista la experimentada periodista y exintegrante de la Comisión de la Verdad habla sobre la tormenta actual de credibilidad que enfrentan los medios en Colombia y la tensión creciente entre la gente y el periodismo. También cuestiona que sean los medios que mienten quienes definan los temas y la agenda pública.

Fecha: 2023-06-29

Por: Karen Parrado Beltrán

Ilustración: Laura Hernández

“Tenemos la obligación de pedirle cuentas al periodismo”: Marta Ruiz

En esta entrevista la experimentada periodista y exintegrante de la Comisión de la Verdad habla sobre la tormenta actual de credibilidad que enfrentan los medios en Colombia y la tensión creciente entre la gente y el periodismo. También cuestiona que sean los medios que mienten quienes definan los temas y la agenda pública.

Fecha: 2023-06-29

Por: KAREN PARRADO BELTRÁN

Ilustración: Laura Hernández

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Las últimas semanas no han sido sencillas para el periodismo en Colombia. Ese oficio y los medios de comunicación, encasillados en la etiqueta de “los grandes medios”, viven tiempos  de rechazo y desprecio colectivo. Varios han sido tachados de mentirosos y manipuladores, y enfrentan señalamientos que no son gratuitos. Se trata de un inconformismo creciente y justificado entre quienes consumen información periodística en el país y que sienten cada vez más desconfianza, miedo o asco en y hacia las prácticas periodísticas.

Reflejo de esta  toxicidad desatada entre periodismo y audiencias es que hoy hay menor interés hacia la información noticiosa, de acuerdo al último informe del Instituto Reuters. Las personas no solo evitan activamente las noticias (41%), sino que desconfían más de ellas. En Colombia, la confianza hacia las noticias en general perdió cinco puntos en los últimos dos años (35 %), un porcentaje por debajo de la media global que es de 40 %, es decir, cuatro de cada diez personas confían.

A esto se suma el fuerte cuestionamiento que vive la independencia periodística, especialmente la del cubrimiento que han hecho los medios vinculados con grupos corporativos del presidente Gustavo Petro y su gobierno, el primero de izquierda en la historia reciente del país. Allí han confluido la nube mediática de escándalos, filtraciones, audios ‘bomba’ y guerra de opiniones, y el hastío por parte de las audiencias, incluso de las percibidas como más apáticas.

Muchas de ellas cuestionan el poder “silencioso, destructor, perverso” que imprimen este tipo de medios a sus cubrimientos, como cuestionó una de las pancartas que acompañó la marcha en respaldo a Petro y sus reformas, el pasado 7 de junio. “Los medios de comunicación hacen sentir y creer a la clase trabajadora, que es mejor ser un esclavo, que un trabajador digno. Eso sólo lo hace Satanás y nosotros indefensos ante tanto atropello”, decía.

Para Marta Ruiz, una experimentada periodista colombiana defensora de la libertad de expresión, que cubrió el conflicto armado por más de 15 años y que además fue una de los once comisionados que escribió el Informe Final de la Comisión de la Verdad, lo que pasa es que los medios de comunicación en Colombia han tensado tanto la cuerda que están a punto de reventarla. “Ya no nos dan información de calidad. Es más, ya no dan información”, advierte sobre el fondo del problema.

No solo se trata de lo evidente, que la guerra por la información se ha trasladado al terreno de los clics, cuyas prácticas no pocas veces son antiperiodísticas (como el sensacionalismo o el cebo de clics o clickbait), sino que en el camino los periodistas, medios y audiencias han maltrecho el pacto existente entre ellos. Es decir, la conciencia que los une como actores confiables, críticos y democráticos.

“Nunca ha habido un diálogo ciudadano sobre los medios. Es más, yo creo que los ciudadanos tienen una impresión de que los medios son los que desinforman y no se dan cuenta de que muchas veces quienes desinforman son las fuentes y que los medios hacen un papel acrítico de ser simplemente altoparlantes”, señala Ruiz.

La periodista colombiana, columnista de La Silla Vacía y que en el pasado escribió para la revista Cromos y Semana (antes de su adquisición por parte del grupo Gilinski en 2020) nos habló sobre las olas y profundidades de la información, que son las mismas que azuzan la crítica relación entre medios y audiencias hoy. También de lo que se vislumbra en los límites del nubarrón actual, entre lo que resalta el ejercicio verdadero de la libertad de información y de expresión, que, en el fondo, es el regreso de una responsabilidad colectiva frente a lo que pasa antes y después de que un titular entre al canibalesco ambiente de los clics.

¿Quién informa: los periodistas, los medios, los dueños?

El proceso comunicativo ha cambiado. En los tiempos del periodismo clásico, la información emergía de las fuentes de información, y esas fuentes en un comienzo estaban muy ligadas a la política, a la vocería pública, al gobierno y al Estado. Pero eso se ha diversificado muchísimo porque el periodismo ya ha encontrado que las fuentes son diversas, el ciudadano de a pie también es una fuente. La información toda está en la realidad y, entonces, ¿qué tiene que hacer el periodista? Primero, observar la realidad. Segundo, interrogarla, buscar las fuentes que pueden explicarte asuntos de esa realidad que a primera vista no son explicables. En la realidad todos los días ocurren cosas y nuestra fuente primaria son los sucesos, pero detrás de los acontecimientos están los procesos. Hay una cosa que tú ves, el acontecimiento, pero ese acontecimiento aislado no sirve para explicar un proceso. El proceso es como un agua profunda que hace que se produzcan olas. Las olas se producen porque hay mareas, aguas profundas moviéndose. Eso es lo que pasa con la información, que tú no puedes hacer información o periodismo solo con las olas, porque no estás entendiendo cuál es el fenómeno que las produce. Y eso es lo difícil del periodismo, es que tú sí tienes que desentrañar las mareas que están moviendo las aguas profundas.

 

¿Qué ha cambiado en los procesos de producir información?

Hace años, las teorías comunicativas decían que informar era un proceso direccional y resulta que no, es un proceso circular. Es un ecosistema y por eso el lector o el público es a la vez el ciudadano que también es fuente. Y el mensaje no es unívoco, la gente lo lee de acuerdo a su contexto cultural, político, emocional, incluso, pero también a los referentes que tiene. Hay una gente profesional de la información cuya tarea es comunicar, pero eso cada vez es menos especializado. Hace años existía el mito de que el periodista tenía que tener una licencia y un diploma. Eso ya no existe, es una tontería. Hay una cosa en el mundo que se llama el derecho a la información. La libertad de expresión no es la libertad de los periodistas, ni la libertad de prensa, es la libertad de una sociedad de poder comunicarse y expresarse, informar y desinformar, también, porque tristemente el derecho también cubre a los que desinforman. Ese es el problema de los derechos. La única manera que tenemos hoy es que hay unos límites de derecho a la información, que penalmente son la injuria y la calumnia, otros en el terreno civil, y hay unos límites muy claros en el terreno ético.

 

¿Parte de la crisis de los medios hoy es que hay cierta uniformidad en la información que circula y como un divorcio entre las audiencias y los medios?

Claro, es que ese es el drama. Hay un pacto básico entre el lector o público y el medio de comunicación, y es el pacto de que me vas contar la verdad, me vas a informar bien, porque además la Constitución dice que uno debe estar bien informado. Durante muchos años lo que ocurría era que las audiencias, los públicos, la ciudadanía, tenía una sensibilidad para decir qué era ético y que no. Tú sabes que los medios cumplen un pacto y que lo incumplen permanentemente, también, porque ese es el problema. Nunca ha habido un diálogo ciudadano sobre los medios. Es más, yo creo que los ciudadanos tienen una impresión de que los medios son los que desinforman y no se dan cuenta de que muchas veces quienes desinforman son las fuentes y que los medios hacen un papel acrítico de ser simplemente altoparlantes, eso pasó mucho en la guerra. El medio prende los parlantes para que hable el que quiere desinformar. Entonces, hacen juego y se pierde el papel crítico de la prensa.

 

¿Es más una crisis de la ética?

¡Total! Y de la calidad. En muchos momentos se intentó crear como unos lugares de la ética, es decir, un tribunal ético. Eso fue rechazado. Pero, por ejemplo, en otros países el debate en torno a la calidad de los medios de comunicación es muy amplio. Es decir, las universidades están muy metidas en eso, hay gente con mucha autoridad que está debatiendo y no le perdonan a los medios su infamia. No quiere decir que esos news no sigan siendo basura, quiere decir que, por lo menos, hay un debate público que incluso se da en los otros medios. Es decir, que el New York Times, que el Washington Post, puedan decir: lo que hace Fox News es basura. En Colombia no. Aquí como todo el mundo hace un poco de basura, nadie se atreve a criticar al otro.

 

¿Hay un rabo de paja? ¿Eso nos limita mucho?

Sí, hay un gran rabo de paja, entonces, nadie se critica. Es muy frágil. Ahora eso está cambiando y está cambiando por deserción. El día que los periodistas jóvenes decidieron que a ustedes no les importa, o no van a ir a rogarle a un medio de comunicación, pues la aspiración ya no es ser parte de una maquinaria informativa, sino construir otros espacios de libertad. Ese día ustedes se liberaron y nos liberaron al resto. Los grandes medios perdieron ya el reinado y van a perder el que les queda porque están tirando de la cuerda demasiado. Ya no nos dan información de calidad. No, es más, ya no dan información. Yo leo El Tiempo todos los días, pero hay noticias que son un titular y un párrafo y digo: ‘pero, ¿y dónde está la noticia?’ No me cuentan una historia. Nunca olvidemos que la información puede circular por muchas cosas, pero el periodismo siempre, siempre, es contar una historia.

¿Esa ausencia de historias no tendrá algo que ver con la presión de hacer negocio?

Hay un factor, que es el ético, el otro es cómo ha cambiado el ecosistema. Los medios en Colombia, y en todo el mundo, han cambiado porque cambiaron sus dueños. ¿Y por qué pasó eso? Porque dejó de ser negocio y porque cambió la sociedad también. Había unos medios en Colombia que siempre eran de las familias políticas, de las familias de los presidentes, de los partidos políticos, eso ya a nadie le importa. Desde la Constitución del 91 a nadie le importa ser liberal o conservador, sino que la gente es muchas cosas. Los medios son abiertos como la sociedad. Hay un fenómeno cultural que tiene que ver con la globalización, con la fragmentación de las sociedades. Ya tú no lees todo, lees lo que te interesa, los medios que te interesan y la sección que te interesa. Entonces, la gente y la cultura cambió, el mundo se fragmentó, no es homogéneo. Este era un país donde éramos o liberales o conservador, entonces, los liberales leían el periódico El Liberal, eso ya no existe. ¿Qué es lo que falta en Colombia a mi juicio? Pluralidad. Los grandes medios son todos uniformes en su pensamiento. Aquí no hay medios de izquierda, no existe.

 

Pero, además, ¿sería rentable?

Pero es que hay periódicos de izquierda en el mundo entero. Le Monde es un periódico de izquierda, o considerado así. En Colombia no porque la pobre izquierda cada que sacaba la cabeza se la cortaban, hasta ahora. Pero usted va a México y La Jornada es periódico de izquierda, y si usted lo compara con Reforma son corrientes realmente distintas. Usted encuentra corrientes distintas. El Espectador y El Tiempo, usted dígame qué corrientes son, ninguna, de la corriente de nada. Vicky [Dávila, directora de Semana] es de la corriente de la oposición, o sea, de contra la izquierda, contra Petro, contra todo. Pero, de resto, usted no encuentra una diversidad de medios realmente. El problema principal del periodismo, la crisis, es el estándar. Lo que más me preocupa es quién pone la gente y cuál es la agenda. Es decir, qué es lo que se está discutiendo en los medios. Y para mí es gravísimo que en este momento la agenda la domine Semana, porque es una agenda totalmente politizada, llena de intereses económicos, es decir, la agenda más antiperiodística del mundo. Ahí los intereses periodísticos están perdidos en medio de una maraña de intereses que no son informar bien a la gente. Allí no cuentan historias, hacen escándalos. Semana es una fábrica de escándalos y ellos mismos lo titulan: ¡Escándalo, escándalo, escándalo!.

 

Entonces, ¿qué queda para hacer frente a eso?

Debate público.

 

¿Y ve esa intención del lado de las audiencias?

Nosotros tenemos que educar audiencias. Hay una tarea que nunca ha querido hacer el sistema educativo, que es la lectura crítica de medios. Tiene que existir el debate público y el debate público en medios. Es decir, tienen que existir los programas de televisión dedicados a hablar de medios. Tenemos que pensar en figuras como el ómbudsman [defensor del pueblo], o sea, la Defensoría del Pueblo podría tener una tarea de ómbudsman en términos de cómo está el derecho a la información.Tenemos que hacer encuestas, estudios de caso. ¿Qué es lo único que puede pasar? Que haya miles de personas viendo eso puede tener una importancia, pero que la gente que realmente forma la opinión en Colombia sepa que ese medio no es respetable, eso es muy importante.

 

Algunos de ellos lo saben y aún así alimentan la lógica del escándalo. ¿No lo cree?

Hay que pensar que como generador de opinión uno tiene que exigirle al medio seriedad y respeto. Es decir, no podemos hacer todos parte de un juego de la mentira y de la manipulación mediática. No puede ser que un medio me diga que el presidente [Gustavo Petro] tenía 3.000 millones de pesos y a los tres días haga como si nada. Creo que tenemos la obligación de pedirle cuentas al periodismo, porque el periodismo tiene unas obligaciones éticas y con este ecosistema democrático. Y la única manera de hacer esto es con el debate. Nos debemos la conversación sobre los medios y es una conversación urgente. Sí hay que defender, porque el Presidente no puede salir a señalar a los medios, ni a Vicky, ni a nadie. Pero los medios no tienen patente de corso para mentir. La mentira y la manipulación no se valen en periodismo. Y la única manera de contrapesar eso es diciéndole: ‘Señor, usted mintió y tiene que rectificar o demostrarme’, porque ese es el pacto que tenemos como ciudadanos con los medios. Si usted se equivoca, me hace el favor y corrige. Lo contrario no puede ser, porque eso ya es impunidad absoluta para mentir. No podemos permitir que los medios que mienten pongan la agenda de este país.

¿Qué más podría ayudar a hacer contrapeso a la mentira?

Le tengo pánico a que el Gobierno o el Estado o las Cortes o alguien vaya a meter la mano, porque eso me parece riesgoso para la libertad. Prefiero tener el riesgo de que circulen mentiras a que haya censura. Creo que hay que buscar que ese mal periodismo sea equilibrado con buen periodismo, con gente que diga este medio mintió, con que los otros medios lo desmientan. Al riesgo de censura sí le tengo pánico porque el periodismo es un oficio donde uno se puede equivocar. Se puede equivocar de mala fe si tiene intereses mezquinos, pero se puede equivocar haciendo su trabajo. El periodismo no es una ciencia exacta. El único antídoto de todo esto, es el debate y la proliferación de buena información. Y educar a las audiencias para que sean ellas las que digan: ‘Pues, me cansé’. Es que esta historia ya la vimos con RCN. Se acabó la reputación de RCN, la acabaron para siempre con un tipo de periodismo. Creo que ese tipo de medios, y en particular Semana, lo digo abiertamente, no puede ser que pongan la agenda en Colombia, porque nos está llevando a una agenda de odio, mentira y engaño. Y está bien que Semana exista y que haga ese periodismo, pero los otros periodistas no pueden salir detrás de la noticia de Vicky y seguir cargándole ladrillos a ella.

 

Soltar la ola del todo vale…

Es que todo se vale y eso no puede ser. Nosotros los ciudadanos tenemos que hacer debates serios en la radio, en la televisión, en los periódicos, en las redes. Yo le exigiría cuentas a Semana sobre las pruebas de qué pasó con la mentira que echaron.

 

¿Hacen falta más programas de crítica de medios, por ejemplo?

Sí. Es que antes los periodistas éramos intocables, ahora no. Siempre he soñado con que haya mucho debate y que los otros medios se atrevan a decir así no se vale. En otros países es así, ante un exabrupto de un medio de comunicación, pues los medios serios dicen no. Eso no es como aquí, que no nos toquemos. En Colombia hay una cosa y es que nos estamos hundiendo todos, la credibilidad del periodismo se está hundiendo es para todos. Una cosa que tiene que hacer el periodismo es salir a mostrar en qué están mintiendo los medios. Todos nos equivocamos como periodistas, pero uno tiene que tener el donaire, por lo menos, de decir me equivoqué, o tomar distancia y decir tal vez esto es verdad, no está comprobado. Y a mí me enseñaron que uno nunca publica algo que no está comprobado.

 

¿Habría que replantear los ritmos de la información?

Hay que dejar el inmediatismo, que eso es muy difícil en estos tiempos, porque la gente cree que tiene que saberlo todo ya. Creo que siempre vamos a tener unas redes [sociales] que van a lo inmediato y que palpitan así, pero lo importante es tener una segunda línea en la que tú te paras y sabes si esto fue verdad o no. Y esa segunda línea no esperas que sea como las redes, esperas que sea el periodismo. Es como si dijeras: ‘Voy a sacar el cascajo y a quedarme con lo que realmente vale’, que es la información verdadera. Pero si nos quedamos solo con el cascajo, estamos mal informados y, entonces, las decisiones políticas van a ser nefastas. Porque vamos a salir a votar por cosas que nunca se han dicho, como pasó en el plebiscito. Yo, por ejemplo, leo todos los medios, entonces, tengo un parámetro comparativo. Pero yo soy periodista, luego, gasto mucha de mi plata en suscribirme a todos los medios y mucho tiempo en leerlos todos y poder tener un balance para decir este sí, este no.

 

¿Quizás eso parezca mucho trabajo?

Es que la democracia en general cuesta mucho trabajo, no es fácil. Lo que yo sí creo es que en el mundo entero la democracia está en riesgo y parte de ese problema es la manera cómo se está informando la ciudadanía. Creo que nos alejamos del ideal democrático si tenemos peores medios de comunicación y peor información.